Que Santiago es la capital de la lluvia por antonomasia no se le escapa a nadie; es más, se ha acuñado la conocida expresión de "donde la lluvia es arte".
No entiendo muy bien lo que tiene de arte el hecho de empaparte como una medusa, para ir a cualquier sitio, pero vamos a dejarlo ahí.
Por otra parte, también es conocida la leyenda de que Noé salió escopetado de allí para refugiarse en Noia, cuyo topónimo podría atribuirse a la presencia del personaje bíblico en aquellas latitudes, según historiadores.
Lo que ya me parece excesivo es que un titular de prensa nos hable de "buceadores en la plaza del Obradoiro".
Vamos a ver, los concellos en general, y el de Santiago en particular, tienen por lamentable y habitual norma el tener abandonados los extrarradios y algunos barrios de sus ciudades, aunque sus moradores paguen los mismos impuestos que los habitantes del centro, a quienes dedican especiales mimos.
La plaza del Obradoiro, en Santiago, no iba a ser una excepción y me consta, que en su solado no existen charcos con suficiente profundidad como para justificar la presencia de buceadores en el entorno; aunque finalmente, pasando de la lectura del titular a la del artículo en sí, desvelamos que se trata de buceadores peregrinos que han alcanzado el final del Camino y que han escogido para su peregrinación el medio que más dominan, es decir, el fondo del mar.
A mí, del fondo del mar, lo único que me gusta son los rodaballos a la plancha, pero he de reconocer que debe ser más cómodo y fresquito hacer el camino por el fondo marino que por esos caminos de dios, con lo que pega el sol en agosto, por lo que apruebo la iniciativa de estos singulares peregrinos.
Y hablando de buceadores, y buceadoras para ser políticamente correcto y gramaticalmente incorrecto, me viene al recuerdo el término de hombres-rana, que viene a ser sinónimo de estos. Me pregunto yo, ¿habrá que denominar a las buceadoras como mujeres-rana?.
Aquí nos estaríamos metiendo en un tema delicado, ya que la terminología popular, viene a calificar como mujer-rana a una señora un tanto casquivana, valga la expresión literaria y eufemística de la infidelidad matrimonial femenina que adorna con protuberancias la frente de su esposo, habitualmente a sus espaldas y sin su conocimiento ni consentimiento; si bien, dado el creciente deterioro lingüístico al que estamos siendo sometidos, quienes digan mujeres-rana, probablemente ignorarán términos como casquivana, eufemístico y protuberancias, con lo cual, utilizarán el vocablo sin recato y sin descartar que alguna de ellas posiblemente también sea mujer-rana sin recato y sin saber que se denomina así por sus devaneos extramatrimoniales.
Y, siguiendo con el tema de los buzos, ranas y demás, acabo de leer una noticia en la que nos informan acerca de un percebeiro de Baiona, a quien detuvieron por furtivo, se presentó ante la jueza de guardia de Vigo ataviado con su traje de faena, es decir, con el traje de neopreno.
Es de esperar que no siente precedentes el hecho de presentarse en los juzgados en traje de faena, porque no quiero imaginarme que detengan a Nacho Vidal y se presente con su "traje de faena", en plena faena valga la expresión, ante la Jueza de guardia.
Me surgen dudas sobre si el tamaño del traje constituiría atenuante o agravante para la sentencia de Su Señoría, aunque el tamaño, según dicen, no importa.