martes, 20 de junio de 2023

Desórdenes lucenses varios.

 LUGO


Okupas toman la caseta del guardés y amenazan a varios niños en el Parque


 
Sobre la Ley electoral, aunque a nadie le importe mi opinión, he de manifestar que no es de mi agrado, si bien, como no podría ser de otro modo, respeto a todos aquellos que estén muy agustito con ella. Además, tengo algún amigo muy directamente relacionado con la judicatura quién, con un cubata en la mano y en ayunas también, podría colarse en el legislativo y complicarla mucho más todavía si cabe, por si ya no lo fuera bastante de por sí.




Como quiera que están recientes las elecciones municipales y algunas autonómicas y ante los pactos de gobierno, o sea, reparto de sillones en román paladino, me sugiere recurrir al pasaje evangélico de los mercaderes del Templo, que narra cómo Jesús, viendo tal mercadeo, empieza a arrear latigazos a diestro y siniestro hasta mandarlos al sitio por donde se empiezan los cestos, como correctivo al trasiego sin pudor que estamos contemplando.

Esta introducción viene a colación de las elusiones en materia de bienestar ciudadano que caracterizan a las formaciones políticas que prometen en medio de sonrisas fingidas y continuos aplausos -que no sé yo qué coño aplauden- carriles-bici sin ciclistas, aceras sin peatones, peatonalizaciones con escaso sentido y otras lindezas, mientras se olvidan de lo básico, que es evitar que debajo de la ventana de tu dormitorio, veinte anormales estén noche sí y noche también, esnafrándose, berreando, orinando y dando por saco todo cuánto se les antoje, campando a sus anchas sabedores de su impunidad.





Por eso hoy mi cabreo va de ocupaciones y ocio nocturno, a ver si algún partido tiene la sensata ocurrencia de poner coto a este desmadre que, a algunos que no lo sufren, les puede parecer un ejercicio de libertad, un progresismo o cualquier otro maquillaje que le quieran dar; pero repito, mientras estos hechos no se produzcan debajo de su balcón.

Esto me trae al recuerdo a un destacado político, afortunadamente defenestrado, que defendía a muerte los escraches y cuando se lo hicieron a él, hizo rodear su casoplón por dotaciones de efectivos de la Guardia Civil; porque podía, claro.

Yendo al tema de ocio nocturno, es una paradoja llamar ocio a destrozos, peleas y perturbación del descanso de los vecinos; pero considerémoslo un término retórico más al servicio de los arquitectos pensadores de la sociedad actual y futura.

Entretanto, los okupas ocupan -que es lo suyo- con la anuencia, indiferencia o condescendencia de los responsables de que eso no suceda, cuanto local se les ponga delante y concite su interés; me estoy refiriendo al titular de hoy que me hizo poner a escribir sobre la reciente ocupación de la caseta del parque Rosalía de Castro de Lugo, otrora cuidado refugio de aves exóticas para asombro de niños y no tan niños, y que ahora, deduzco por las informaciones, se encuentra en un estado de desidioso abandono.




No sé quién tiene más responsabilidad sobre el asunto, si el Concello por haber descuidado algo tan sencillo de mantener, los okupas por entrar como Pedro por su casa en cualquier sitio en el que pongan el ojo, o los legisladores por su evidente incompetencia a la hora de fijar leyes eficaces y pragmáticas sobre el orden público.





Lo que desconozco es si los okupas de la caseta del parque, teniendo a tiro de piedra un after hours denunciado por los vecinos por instalarse allí hace cuatro meses y ser ya un referente para no poder conciliar el sueño, se unirán a ellos en la denuncia del local que atrae a las hordas que, a primeras horas de la mañana, deciden de forma unilateral perturbar la vida normal de uno de los barrios más antiguos y tranquilos de la ciudad, okupas incluidos valga el sarcasmo.





En cualquier caso, el hecho de que se la monten a golpes y navajazos por distintas zonas de la ciudad, hace que las molestias puedan llegar a ser menores al estar, como la lotería, más repartidas; si bien la cifra manifestada de veinte intervenciones policiales diarias por incidencias de esta índole, hace pensar que el mítico Bronx pueda parecer un trasnochado juego de niños comparado con lo que sucede en Lugo, la nuit y Lugo, la madrugá.

Tampoco desmerecen los impúdicos argumentos de algunos propietarios de esos afters quienes, sin despeinarse, manifiestan que abren a las seis de la mañana para servir cafés a la gente que va a trabajar. Lo malo es que no cuela que a esas horas metan unos petardazos de reggaetón que te rompen los tímpanos. Creo que los trabajadores prefieren un par de churros con el café que el acompañamiento musical -si se le puede llamar música a eso- a todo volumen que, evidentemente, sirve de reclamo a la fauna nocturna, ciegos perdidos a la que todavía no le ha llegado el momento de retirarse después de haberse tomado de todo, en cantidad y variedad a lo largo de toda la noche, mientras que los trabajadores van a las cafeterías normales de toda la vida, sirviendo sus sufridos madrugones de inútil disculpa para la apertura de estos antros que jamás pisaría un trabajador.


 

Y así finalizan las noches, con el sol en lo alto y sin que nunca pase nada -es un decir y un eufemismo político- a efectos de terminar con este paisaje que alguien justificará, pese a que la policía salga maltratada e incluso lesionada, por los impunes descerebrados, mamados y drogados hasta las trancas, quienes, valga la redundancia, sabiendo que nunca pasa nada, siguen a lo suyo mientras el resto de ciudadanos se aburre de presentar denuncias estériles que terminan en pírricas sanciones que, me temo, se incumplen también.

Por nuestra parte, a pagar impuestos, a votar y a discutir sobre política con los colegas en el café, en tanto en cuanto a los tertulianos no nos pase nada. Cuando nos afecte directamente, ya veremos.

viernes, 2 de junio de 2023

Mejillones de río.

 

Los buzos se meten en el río Miño para contar los mejillones y estudiar si Lugo tendrá playa fluvial





Hace ya bastantes años me sorprendió una noticia acerca de los mejillones fluviales. En principio, creí que se trataba de una inocentada aunque, por no ser la fecha adecuada, acepté la información como veraz.



Sinceramente no sé qué puede pintar un mejillón en un río, ya que la mayoría de esta raza se encuentra sumergida en el mar, más concretamente en la Ría da Arousa, en la que se crían y descargan más toneladas de estes bichos que de hachis y cocaína, qué ya es decir. El animal, en cuestión, es conocido por el nombre de mytilus galloprovincialisNo es que yo tenga estudios de biología, pero tengo el vicio de leer todo lo que me pasa por delante de los ojos, y ese es el nombre que traen las cajas de conserva en letra pequeña en un lateral.




Volviendo al tema del bivalvo en su versión fluvial, una vez sobrepuesto del shock y asumiendo que en el Padre Miño pueda haber, o haya, una especie de este molusco, vamos a entrar en materia.

En cuanto a su anatomía, el mejillón fluvial, por lo que Dios o la Naturaleza le otorgaron de presencia física, es un auténtico tirillas; tiene menos carne que el tobillo de un gorrión, y de sabor no opino porque no se me dio nunca por hincarle el diente a un individuo de este género, máxime atendiendo a criterios científicos que apuntan a que no es comestible.


Salvado el tema gastronómico en detrimento del mejillón fluvial, vamos al ecológico:  Señores ecologistas, biólogos y demás fauna con estudios sobre la materia o competencias políticas al respecto; ¿a Vdes. les parece normal que para preservar una hipotética, supuesta, o incluso contrastada, colonia de cien o doscientos mejillones discapacitados, o con otras capacidades, haya que privar del disfrute de una playa fluvial a casi 100.000 lucenses?

¡Oigan, qué toca a mejillón por cada mil cristianos que quedan sin poder remojar sus partes nobles -y las demás- al frescor del río!

He leído que todo este pifostio viene justificado porque el mejillón colorao se papa al cangrejo americano, o algo así, que es muy malo por ser alóctono -si fuese de aquí no habría problema- y arrasa con todo lo que encuentra a su paso.

Bueno. me llena de orgullo y satisfacción haber colaborado activamente a la extinción del cangrejo americano de nuestros ríos, concretamente el Neira, afluente del Miño, pescándolos y pegándome tremendas zampadas de los que tenían a bien caer en mis reteles, que, aunque hay que reconocer que no son cigalas, con una buena salsa de tomate dan el pego para chuchar un buen rato.



Tal vez la solución, en vez de tanto buceo, tanta observación, tanto protocolo y tanta gaita, consista en dejar que la palmen esos pocos margaritifera margaritifera -o sea margaritifera al cuadrado, que así les llaman los científicos- y promocionen la pesca del cangrejo de río, mientras la población aproveche para aliviar los calores de los cuatro días de verano que tiene Lugo, en las aguas que lo bañan a su paso.

Por si se les olvida y en aras a la aplicación del sentido común, ponderación y coherencia, habrá de tenerse en cuenta en el estudio y recuento anunciado, que el río Miño tiene 340 km de longitud, o sea, exactamente la distancia que separa a Lugo de Valladolid; con lo cual, bien se pueden okupar 200 metros de ribera, que no del lecho, sin que se produzca una catástrofe de consideraciones siderales en el ecosistema; como mucho, los cuatro mejillones que estén por allí bailando, se estresarán un poquito al ver tantos pies en remojo y aquí paz y después gloria.




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