domingo, 12 de mayo de 2019

El tobogán de Estepona

El tobogán de Estepona, cerrado tras dejar varios heridos: «Me tiré y volé dos metros»

La puesta en servicio del tobogán en Estepona no ha tenido los resultados esperados









Aunque nada tenga que ver, simplemente por asociación fonética, el "tobogán de Estepona"  me ha hecho recordar al célebre "cipote de Archidona" de Camilo José Cela. 

Escatologías aparte, esto del tobogán tiene tintes tan disparatados como la obscena licencia literaria de nuestro insigne Premio Nobel.

Para quien no conozca la noticia, resulta que en la localidad de Estepona, que lamentablemente no tengo el gusto de conocer, existen ciertos desniveles que hacen asaz complicado el tránsito entre algunas de sus calles; con tal motivo es menester establecer algún tipo de conexión entre ellas que supere en accesibilidad a una simple maroma por la que puedan trepar los ciudadanos, en condiciones de hacerlo, para alcanzar la calle superior o deslizarse hacia la inferior.






Pues bien, puestos al tajo al alimón los correspondientes ediles, auxiliados por los pertinentes ingenieros de turno, han llegado a la brillante idea de diseñar un tobogán para salvar uno de los desniveles entre dos de sus calles de forma que, sus ciudadanos pudieran pasar de una a otra de forma rápida, cómoda y segura.

La idea, en principio, no está mal pergeñada si bien, en su implementación solamente han atinado en lo de rápida, ya que en cuanto a lo de cómoda y segura parece que no ha sido la mejor de las soluciones.

El tobogán, para hacerse una idea, tiene una longitud y altura como para salvar las cataratas del Niágara.






Hay que ser legionario o autónomo para tener el valor de tirarse por él.

No obstante, la población de Estepona, cuya idiosincrasia desconozco, le ha echado lo que hay que echarle al asunto y, por aquello de la novedad y la necesidad, se ha dispuesto a probar el diabólico invento. 

Conclusión:  según se iban lanzando, unos salían despedidos por los laterales, otros, peor que mejor, conseguían alcanzar el final con magulladuras, arañazos y contusiones diversas.

No quisiera ver a los jubilados saliendo de sus Centros de Día, bajando -bueno, bajando es un decir- por el artilugio y rompiéndose las caderas por siete sitios.

De todos modos, no pueden quejarse; sería peor que hubieran instalado una tirolina.






Yo respeto mucho a los políticos y, sobre todo, a los ingenieros, pero me gustaría saber si ambos han probado el juguete antes de que los ciudadanos comenzaran a esnafrarse y colapsar el servicio de urgencias.

Por cierto, ¿habrán reparado también en cómo hay que hacer para subir por él, cuando de lo que se trate sea ir de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo?




3 comentarios:

Silvia Larrosa Pan dijo...

Parece ser que los arquitectos cum laudem del proyecto no estaban en clase de física el día que explicaron el movimiento uniformemente acelerado con agravante de exceso de peso de los jubiletas y los grados de desnivel de la rampa en cuestión...

José María Ares Sarceda dijo...

calcularon mal el rozamiento

Silvia Larrosa Pan dijo...

?¿Por las abrasiones y quemaduras?