Hemeroteca | 2000 | Contabilizan más de 300.000 ratas en el subsuelo de Santiago
A mí, este asunto de contabilizar cosas siempre me ha llamado mucho la atención, especialmente según que métodos se utilicen y lo que se trate de medir.
Ya había comentado hace algún tiempo en este blog una noticia sobre alguien que hipotéticamente se habría dedicado a contar el número de aves que sobrevolaban el aeropuerto de Lavacolla, como si fuera tan sencillo como contar casillas en el parchís cuando comes ficha.
Ciento sesenta cuervos, cuatrocientas tres gaviotas, mil seiscientos cincuenta y tres gorriones y dos murciélagos despistados: dos mil doscientos dieciocho pájaros hoy, jefe.
Un crack, el tío que está apuntando en una libreta todo eso que va pasando por encima de la torre de control.
Pues bien, en este caso, y también en Santiago, no se trata de aves sino de ratas.
Algún "ingeniero", ha contabilizado más de 300.000 ratas okupas debajo del Apóstol Santo.
Yo tengo para mí que las ratas no son fáciles de contar, entre otras cosas porque se mueven mucho y son todas bastante parecidas.
No es como los manifestantes independentistas, que tú vas calculando por metro cuadrado los que puede haber y llegas a una conclusión, más o menos aproximada según la superficie que ocupen, aunque los independentistas no tengan que ver con las ratas, o sí.
El tema de las ratas es más complejo, entre otras cosas, porque no se ven; o si se ven, ves cuatro, las otras están escondidas.
La rata es un bicho sin estudios ni nada que se le parezca, que crece dentro de una organización, más o menos organizada, valga la "rebuznancia", que lo eleva hasta su máximo nivel de incompetencia, según el "principio de Peter" que postula que las personas que hacen bien su trabajo son promovidas a puestos de mayor responsabilidad hasta alcanzar un puesto en el que son totalmente incompetentes.
Pero bueno, se me fue la olla y, hablando de ratas, se me vino a la cabeza el perfil de algunos políticos que nos representan.
Aquellos que tengan estudios y se hubieran aplicado en ellos, o quienes hubiesen trabajado en algo y cotizado convenientemente, que no se den por aludidos; para los demás, si los hubiere, quizás pudiera ser de aplicación la metáfora de las ratas y del principio de Peter.
Y volviendo al tema de los recuentos, ¿alguien me puede explicar como coño se cuentan ratas?.
Tal vez tendría que preguntarles a expertos en la materia tal como un individuo, jubilado, con quien tras haber entablado una conversación sobre nuestras respectivas profesiones, me comentó que su trabajo había consistido en estar cuarenta años bajo tierra en las cloacas de Nueva York, repartiendo patadas a las ratas para apartarlas a su paso.
Curiosamente, parecía que se hubiera mimetizado con ellas ya que su rostro y manos guardaban un razonable parecido con los de una rata.
Este tipo, sí que ha contado ratas y más ratas, lástima que no las hubiera contabilizado, aunque tampoco le pagaban por eso.
No veo yo a un paisano, al igual que pasaba con los pájaros, sentado en una cloaca y poniendo rayitas en una libretita por cada roedor que se le pase por delante para, al final de la jornada, ir al Pazo de Raxoi a dar las novedades del número de ratas censadas.
Pues bien, volviendo al titular, iré a preguntarle al Concello de Santiago quién es el encargado de contar las ratas a ver si tiene a bien explicarme el método que utiliza y así satisfacer mi curiosidad por este asunto.
Aunque, al final, da igual; ¿a quién le va a importar una rata arriba, una rata abajo?.
2 comentarios:
Qué ratita tan mona!!
La cuestión es llenar páginas.
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