Colchones, cafeteras y una cabeza de jabalí: los sorprendentes artículos que se roban en los hoteles de lujo.
A estas alturas de la película ya es bastante raro que me consiga sorprender alguna noticia, pero en este caso, aún sin llegar a sorprenderme, si que me pide el cuerpo hacer un mínimo comentario al respecto.
Yo, la primera vez que me alojé en un hotel, no me pude sustraer a la tentación de llevarme un jaboncillo de "Magno", eso sí, con cierto cargo de conciencia por haberme atrevido a semejante hurto, aunque quien esté libre de este pecado, que tire la primera piedra.
Y allí empezó, y terminó, impune, todo mi historial delictivo hotelero.
No entra dentro de mis posibles económicos, si bien he de confesar que tampoco lo anhelo, alojarme en hoteles de lujo, con lo cual esta crónica podría resultar un tanto osada por mi desconocimiento sobre la materia.
En todo caso, ciñéndome al titular, no puedo pasar por alto lo pintoresco del mismo.
O sea, tú coges y vas a un hotel de lujo, porque puedes, te dejas un pastizal en una suite, o lo que sea, pongamos por caso dos o tres mil eurazos, y sales por la puerta con una cafetera de treinta euros camuflada en el bolso y silbando para disimular.
¡ Tú eres tonto !
Y lo siguiente, en la escala de importancia de este choriceo de lujo, es la querencia sobre las cabezas de jabalí: esto ya es para nota, aunque tal vez pudiera tener más justificación que lo de la cafetera, bien por venganza porque se parezca a tu suegra y su simple presencia no te haya dejado pegar ojo en toda la noche, o por cualquier otro inconfesable motivo.
¿Cómo conseguiste sacar esa cabeza del hotel sin llamar la atención?, ¿arrastrándola con un cordel como si fuera un caniche y el jabalí sin colaborar ante las miradas incrédulas de los recepcionistas?
Aunque lo que realmente me ha dejado perplejo es lo del colchón.
Aquí ya no hay nada que disimular; tú bajas el colchón por las escaleras -en el ascensor no cabe- y lo vas empujando procurando no caerte, en estas te cruzas con un matrimonio que sube a patas porque tiene claustrofobia en el ascensor, y tú, vestido de Armani -que no vas a ir del Primark porque eres rico- les das los buenos días con una leve y educada inclinación de cabeza y total naturalidad, siguiendo a tu rollo con el colchón como si fuera algo normal; al llegar a recepción, lo arrastras por delante de los empleados al tiempo que haces que los ignoras y sigues empujando mientras el entorchado y uniformado de la entrada te abre las puertas de tu Porsche y se afana en meter el puñetero colchón que no quiere entrar allí por mucho que lo dobles.
Al final, el colchón termina por entrar, le dejas cien euros de propina a tu colaborador eventual y arrancas el Porsche preguntándote ¿se habrán dado cuenta?.
Es que hay algunos que no sirven ni para ser ricos...
1 comentario:
Lo del colchóncito a lo mejor es que es de los que vienen comprimidos y tal vez pueda volver a comprimirse y cabe dentro de la enorme maleta de la prójima. La cafetera en el bolso de mano y el jabalí a modo de sombrero. Así puede sacarse todo de una sola vez.
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