¿La viruela del mono es ahora una enfermedad de transmisión sexual?
Vamos a ver si consigo centrarme un poquito, que últimamente ando algo cabreado y fuera de mí, y creo que no es por mi culpa.
Todavía estamos saliendo, es un decir, del asunto del coronavirus, y ahora nos vienen con el tema este de la viruela del mono.
Si no fuera por la simplicidad con la que la han denominado -el nombre incita a la risa y chiste fácil- el asunto es mucho más serio de lo que parece.
Resulta que, a tenor de los estudios y seguimientos de los sabiondos encargados de estos temas, la transmisión del nuevo bicho viene determinada -en 9 de cada 10 casos- por las relaciones íntimas entre varones; y digo yo, los varones estos de las relaciones, apercibidos del riesgo que supone echar un kiki de aquella manera, ¿no serán capaces de suspender sus relaciones sexuales con desconocidos, al menos hasta que pase el chaparrón, y mientras tanto cascársela, ver Netflix o hacer crucigramas?
Al margen de la gravedad del asunto y respetando, como no podría ser de otro modo, los muertos y afectados por esta transmisión, me siento concernido sobre la alegría con que se comportan muchas personas, cuyas consecuencias terminamos pagándolas los demás, que estamos por aquí a verlas venir en plan de sujetos pasivos, a lo que nos echen.
Sin ir más lejos, si nos creemos una de las versiones más aireadas sobre la pandemia del COVID, este ha llegado a nosotros porque a algún chinito se le ocurrió comer una gorrinada de unos murciélagos cocidos, o algún bicho parecido.
A mí me parece muy bien que los chinos se coman murciélagos, los mongoles buitres crudos y los indonesios caca de la vaca; pero me cabrea enormemente que me pueda llegar a morir como consecuencia de sus debilidades gastronómicas o sexuales, cual es el caso del virus del mono; porque, en simple correspondencia, ningún chino, mongol o indonesio, se va a morir porque yo me coma unos calamares fritos o me vaya a la cama con mi pareja habitual.
Visto el panorama actual, me voy a ir gastando la pensión en comer percebes -que, de momento que se sepa, no son malignos más que para el bolsillo- y de las prácticas sexuales esas no quiero saber nada, al menos, mientras no cambie de opción sexual y, por supuesto, que desaparezca el carajo del mono ese y su puta viruela.
1 comentario:
Querido amigo tu ya sabes ese dicho, "que importa el sexo cuando el amor es puro".
Antes los monos actuaban en el circo para divertimento de grandes y pequeños ahora son partícipes activos en el amor.
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