lunes, 23 de octubre de 2023

Tinto y porros

 El auge del vino con cannabis en California.

California lidera la innovación con vinos infusionados con cannabis

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En asuntos vinícolas, para entender de qué manera hemos llegado al momento actual, me gustaría remontarme a mediados del pasado siglo para hacer una breve retrospectiva de los hábitos de consumo en nuestro país.

En los años 50-60 el vino, para consumo en los hogares urbanos, se vendía en almacenes o bodegones al uso. De igual modo, en aquellos tiempos difíciles, el vino servía para socializar en tascas o tabernas en las que se congregaban los trabajadores, mangantes y jubilados, al final de las jornadas, matutinas y vespertinas, unos para beber, otros para charlar y otros para ambas cosas.




En aquellos tiempos en los que la única alternativa era "blanco o tinto", ambos de Castilla y sin asomo de tapa ni nada que se le pareciera, surgieron también las "tazas" de Ribeiro, en las que cualquier parecido con el vino era mera coincidencia; de tal modo que el personal en vez de "ir de vinos" (todavía no se había inventado el modismo), iba a "tomar los vasos", "las tazas", "las cuncas", o los "chiquitos, o chiquitas", según la zona.




La cosa fue evolucionando y las antiguas tabernas devinieron en bares impersonales, perdiéndose las tascas por el camino e incorporando las tapas -gratis- como elemento catalizador de la clientela, que se empezó a mover más por las tapas que por el vino, el local o la antipatía de su propietario.






De este modo, tras varios lustros, llegamos a la irrupción de las vinotecas y al culto al universo del vino en todas sus expresiones, con profusión de catadores, bodegas de diseño, denominaciones de origen y toda la parafernalia que eso conlleva y que todo ello está muy bien; ahora, dentro de esta sofisticación y como nos advierte el titular de hoy, los señores californianos han dado un paso más que no termino de ver muy claro.






Esta gente de California, aparte del cine, el baloncesto y esas cosas, no sé muy bien a lo que anda; cierto es que andar, anda, ya que el cannabis lo tienen legalizado en aquel estado y el personal adicto va con las luces largas encendidas sin más problemas, que se sepa, que en otros lugares; aunque no seré yo quien defienda el consumo de la maría, quede claro.




Por ponerme en contexto y hasta donde yo sé, California, sin llegar a tener las excelencias y singularidades de nuestras Rías Baixas, Ribeira Sacra, Ribeiro, Valdeorras y Monterrei, tiene fama, supongo que merecida, de producir vinos de cierta calidad, cantidad, o, cuando menos, relevancia mediática; al menos eso nos han hecho llegar, hace ya bastantes años los amigos de "Falcon Crest" al tiempo que las informaciones actualizadas lo constatan.




Con tales antecedentes, no sé yo a qué puede obedecer juntar las churras con las merinas, o sea, meterle al vino unos porros "in vitro", cuando lo normal -que tampoco creo que sea tan normal- sería atacarle al tinto californiano y a quién no le bastase con ello, que se metiera después unos "petas" entre pecho y espalda.




Por mi parte, con mi mochila de clásico y tradicionalista, aun sin renegar de avances "sensatos", creo que las infusiones son para dolencias gastrointestinales o, cual es mi caso, por pura afición a tomarlas en tiempo y lugar; en tanto en cuanto, meterle al vino una infusión de cannabis, me parece una auténtica tropelía:  ni el vino, sabrá a vino, ni el porro a porro. Tampoco quiero pensar en los efectos secundarios -o incluso primarios- de semejante ingesta; si con el vino te pones alegre y con el porrito te entra la risa floja, a la segunda copa del brebaje este, te ríes hasta en el velatorio de tu madre.




Quizás, pensando en la reflexión anterior, lo hayan hecho para que nos olvidemos del desaparecido y añorado vino de cosechero, mimado y cuidado de forma obsesiva, con una limitada producción de 1.000 o 2.000 litros, para consumo propio y cuatro amigos, con lo cual, si encuentro el californiano a la venta, compraré una botella de esta pócima para ver si me olvido de todo, incluso de este nostálgico artículo.

viernes, 13 de octubre de 2023

Las cosas cambian.

 

Una viguesa convertida al islam se casa en un kebab tras conocer a su pareja en Tik Tok






Como buen gallego que soy, tengo interiorizadas referencias genuinas de esta tierra como pueden ser los términos "ferrado" y "marcos". Sobre el primero, nada que comentar ya que no tiene más relevancia que la sustancial diferencia que existe entre tener una finca de cinco ferrados en Portomarín, que tener una finca de los mismos ferrados en Soutomaior. En el primer caso, los más de 3.000 m2 de equivalencia que tendría esa finca, te darían para hacerte un chalet con piscina, jardín y cenador. En el caso de Soutomaior, los cinco mismos ferrados, según la medida local del ferrado, arrojan el resultante, de unos 300 m2, poco más que para una leñera y una caseta para el perro, lo que pone de manifiesto la enorme diferencia de una unidad de medida entre unas comarcas y otras y nos ponen en preaviso por si alguien se quiere comprar una finca atendiendo a los ferrados que mide.



ferrado

Comentada a modo de introducción esta singularidad de Galicia, pasaré a la segunda que me abrirá paso al artículo de hoy. Vamos con "los marcos", ese concepto que complementa al anterior sistema de medida de superficies, utilizando un ancestral modo de perimetrar las propiedades rurales. El rudimentario método es el más poderoso título de propiedad que uno se pueda imaginar y "funciona" al margen de catastros, registros y otras oficialidades. En Galicia por mover "los marcos", se mata; literalmente. Obviamente no en todos los casos, ni mucho menos en la mayoría, pero sí es cierto que son la más frecuente fuente de disputas y reyertas, más o menos virulentas que, en algunas ocasiones pasan de las agresiones a golpes o con aperos de labranza, a las escopetas, que en más de una vivienda reposan sobre las paredes de las casas del rural,  dispuestas a ser utilizadas cuando se considere necesario y oportuno.





Y como solamente quería referirme a "los marcos", a modo de metáfora e introducción de este artículo y me he liado un poco, paso al titular que hoy me ha llamado la atención, aclarando que todo ello venía a colación de que considero que "me han movido los marcos" en mi cabeza. Este movimiento de marcos de la realidad social, me hace reflexionar sobre las costumbres, tradiciones y conceptos que, personas que ya tenemos una edad, hemos ido atesorando con el paso de los años y que progresivamente y, prácticamente sin darnos cuenta, nos han cambiado, como acertadamente apuntaba Mercedes Sosa en su tema "Todo cambia".

La noticia de este casamiento, sin ir más lejos, habría que explicársela -con cuidado- a quienes hubieran fallecido hace solamente unos pocos años y resucitado hoy.

En primer lugar, el hecho de conocerse por Tik Tok atenta contra el método de aproximación de parejas en las antiguas verbenas y más adelante, las discotecas. El fin es el mismo, pero por Tik Tok, por ejemplo, no puedes saber si le huele el sobaco al pretendiente; cuestión muy importante para el posterior desarrollo o abandono de la relación por su aversión al desodorante y el rebufo de sus alerones. También te pierdes el "roce" consentido al compás de la cumbia de la orquesta, que era convenientemente dirigido por la parte femenina y que la parte masculina respetaba escrupulosamente, midiendo con cautela y precaución cada movimiento. Faltaría más.





Lo de la religión, es punto y aparte. Hace unos años sería impensable tener en Galicia mezquitas, o mismo centros budistas -como el de San Amaro, en Ourense- en donde los paisanos salen a plantar las patatas y se encuentran a unos señores calvos con túnicas rojas dando vueltas por allí, eso sí, sin meterse con nadie. Antes, no existía más que la parroquia o capilla del pueblo y si querías ibas a misa y si no, te escaqueabas.






La protagonista del titular de hoy, persona del país, se convirtió al islam, lo cual me trae sin cuidado, si bien, no sería muy entendible por mi imaginario muerto resucitado, cuyos escasos conocimientos religiosos se ceñían al impuesto Catecismo y a la misa de doce, aunque a esta no hubiera asistido nunca.

Por último, atendiendo a la noticia propiamente dicha, la chica se desposó contra su pareja, como tanta otra gente, si bien el banquete, parece ser que se consumó en un Kebab; las características del local también habría que explicárselas al gallego "vintage", muy especialmente en cuanto a qué consistía este tipo de establecimientos desde el punto de vista gastronómico, ya que sus experiencias sobre la materia no iban más allá de la pulpería, la churrasquería y el salón de banquetes para bodas.





Lo que ya no sabemos es si el enlace propiamente dicho, desde el punto de vista religioso-civil, se celebró en el mismo local. En todo caso, la elección le compete a la pareja TikTokera que, como no podría ser de otro modo, se casa en donde y como le viene en gana.

A todo esto, mis felicitaciones a los contrayentes, se hubieran casado en un kebab o en la Catedral de Santiago, y por mi parte, seguiré dispuesto a comentar estas y otras cuestiones que, de un modo u otro, me descolocan y llaman la atención (por las canas que peino, básicamente)

domingo, 17 de septiembre de 2023

El percebe

 

Un percebe de 17 centímetros de largo espera a un cliente de la Taberna del Náutico de Sanxenxo


TABERNA DEL NÁUTICO

Para hacerse una idea de su tamaño, la longitud media de un pene erecto es de 13,12 centímetros



Si bien el titular, "per se", merece unas líneas para valorar su importancia, dado que no es habitual encontrarse con un percebe de 17 centímetros, no es el titular el que me mueve a ponerme al teclado, sino el pie de foto del periodista que nos pretende ilustrar con una comparativa, a mi criterio un tanto desafortunada, acerca de su tamaño.

El tema del tamaño del miembro viril, con perdón, ha sido con frecuencia objeto de comentarios tanto jocosos como lascivos entre personas de ambos sexos. No es asunto cómodo para mí escribir algo sobre esto, habida cuenta de mi condición sexual que, en principio, me sitúa como sujeto pasivo e implicado de facto en la parte masculina y confieso que hoy temo salpicarme, metafóricamente hablando, claro.





No quiero imaginarme a los lectores y lectoras del diario, al abrir el periódico y leer la noticia, cogiendo la cinta métrica, si no lo hubieran hecho antes por otros motivos o inquietudes, para tomarle medidas al asunto colgante y comprobar si aquello da la media nacional y así poder sentirse más o menos comprometidos y compungidos, o bien ufanos y ufanas, por la parte que les toca, de la comparativa con el crustáceo, según el resultado de la medición.

El "Pollicipes pollicipes" es el nombre científico del percebe, que no recordaba y tuve que buscar; por cierto, por algún lugar habrá alguna explicación a que los científicos nos repitan el nombre de muchos bichos, como si no nos hubiese quedado claro la primera vez que se trata de un "Pollicipes" y tener que repetírnoslo de nuevo. Ellos sabrán, que para eso estudiaron. No me imagino yo que me tuviesen que llamar José María José María, pero en fin...





Ahora bien, al hacer mención al nombre científico me estoy dando cuenta de que el periodista no iba muy desencaminado, ya que la etimología de "Pollicipes" bien podría sugerir el término "polla" y "pie" y por ahí podrían venir los tiros, más aun reparando en que el tipo -no el periodista, sino el bicho- tiene como protagonista de su anatomía su propio aparato reproductor, que le ocupa desde la uña hasta el pie. Tremendo, si  bien ello no es símbolo de su masculinidad, dado que el percebe es hermafrodita y, curiosamente, a la hora del apareamiento, escoge su propio sexo, erigiéndose en precursor de las actuales leyes acerca del cambio de sexo que tanta polémica están causando últimamente y que posibilitan que uno sea hombre o mujer según venga el aire en ese día, previa manifestación legal en donde proceda. No cabe duda que la naturaleza nos da lecciones diariamente.


De todos modos, volviendo al periodista, para que nos hiciéramos una idea del tamaño del cirrípedo en cuestión, en vez de llevarnos a términos fálicos, bien podría haber hecho la comparativa con una cuchara o un tenedor, que miden unos 20 centímetros, un bolígrafo BIC, que mide unos 15, o una lata de Coca-Cola, que anda, sin erecciones, por los 12 centímetros, y ya nos daría una visión del invertebrado sin necesidad de recurrir al lujurioso comentario que, además, para su comprobación necesitaría de ciertos prolegómenos onanistas o agradables interacciones, para alcanzar o sobrepasar, según el caso, los 13,12 cts., cuyo detalle obviamente no procede explicar en este comentario.






Y a todo esto, si para visualizar el percebe nos formó semejante lío, no quiero pensar que se tratase de una lamprea, aunque ya le voy anticipando que, en ese caso, para establecer la comparativa solamente tendría que recurrir al "negro del whatsapp", y todo el mundo lo entendería a la primera sin necesidad de tomar medidas.




miércoles, 6 de septiembre de 2023

Notario presunto "Fitipaldi"


GUERRA DEL RADAR CONTRA EL CONDUCTOR DE UN BMW DE EMPRESA: A MULTA POR MES.

Condenado en Vigo el infractor, un notario que lo negó todo y alegó que a esa hora trabajaba en su despacho.




Vayamos por partes: en primer lugar, disfrutar de un coche de empresa es un privilegio de asalariados con altos cargos, autónomos o empresarios que se lo auto endiñan por motivos fiscales, valga la grosera expresión; es decir, el resto de los mortales nos tenemos que conformar con tener nuestro propio auto, pagado o todavía a medio pagar, según ande el bolsillo de cada quien; existiendo además las variantes de los que conducen coches embargados, robados, sin seguro, sin pasar la ITV..., pero esto es tema para otro día.

En el primer caso, el celo y mimo con que se cuida el vehículo propio, no se suele trasladar a cuando se trata del "coche de empresa", y si alguien que se considere concernido no está de acuerdo, que me corrija.




Ahora bien, llegada la hora de las multas que se pudieran ocasionar, el repertorio de descargos para evitar el hachazo después de la infracción, suele ser de lo más variopinto, siendo el más manido el que recurre a la no identificación del conductor en el momento en que esta se ha producido.

El "maestro" Joaquín Sabina, narrador inigualable de los últimos lustros de nuestra historia, resume en uno de sus últimos trabajos la postura más común en estos tiempos ante cualquier metedura de pata:  su título es "Lo niego todo".

En el caso del titular de hoy que me mueve a escribir estas líneas, el infractor recurrente, no sé si incluso recalcitrante, se trata de todo un señor notario que alega que mientras él se encuentra trabajando, alguien anda pintando la mona por ahí con su BMW y después lo devuelve a su garaje o aparcamiento habitual sin que nadie se entere, como en un cuento de hadas, a excepción de la DGT quien, hermanada con Hacienda, todo lo sabe y controla.

Pues bien, dado el montante de la multa y la importancia de la infracción, se entiende que no se van a tomar huellas y pruebas de ADN en el vehículo en cuestión, como si se tratara de un crimen, para conocer la identidad del piloto; habrá, pues, que remitirse a las fotografías -si las hubiere- con nitidez suficiente, para comprobar si el BMW iba conducido por el notario susodicho, Rubiales, Cañita Brava, o alguien de más compleja identificación.



Desde mi humilde opinión, dado que tengo afecto por algunos notarios y aunque a este no tengo el placer de conocerle, le sugeriría que levantase acta de que él no iba conduciendo el vehículo en aquellos momentos, y aquí paz y después gloria. Al fin y al cabo, los notarios dan "Fe Pública" de los actos que acontecen y, por lo tanto, no los puede discutir nadie; y así la DGT se la tendría que envainar y apagar el radar cada vez que pase por allí el fedatario en cuestión, so pena de que, como pliego de descargo, reciba un acta notarial de que el BMW no iba conducido por nadie, o, yendo más lejos todavía, por un sargento de la Guardia Civil.



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martes, 20 de junio de 2023

Desórdenes lucenses varios.

 LUGO


Okupas toman la caseta del guardés y amenazan a varios niños en el Parque


 
Sobre la Ley electoral, aunque a nadie le importe mi opinión, he de manifestar que no es de mi agrado, si bien, como no podría ser de otro modo, respeto a todos aquellos que estén muy agustito con ella. Además, tengo algún amigo muy directamente relacionado con la judicatura quién, con un cubata en la mano y en ayunas también, podría colarse en el legislativo y complicarla mucho más todavía si cabe, por si ya no lo fuera bastante de por sí.




Como quiera que están recientes las elecciones municipales y algunas autonómicas y ante los pactos de gobierno, o sea, reparto de sillones en román paladino, me sugiere recurrir al pasaje evangélico de los mercaderes del Templo, que narra cómo Jesús, viendo tal mercadeo, empieza a arrear latigazos a diestro y siniestro hasta mandarlos al sitio por donde se empiezan los cestos, como correctivo al trasiego sin pudor que estamos contemplando.

Esta introducción viene a colación de las elusiones en materia de bienestar ciudadano que caracterizan a las formaciones políticas que prometen en medio de sonrisas fingidas y continuos aplausos -que no sé yo qué coño aplauden- carriles-bici sin ciclistas, aceras sin peatones, peatonalizaciones con escaso sentido y otras lindezas, mientras se olvidan de lo básico, que es evitar que debajo de la ventana de tu dormitorio, veinte anormales estén noche sí y noche también, esnafrándose, berreando, orinando y dando por saco todo cuánto se les antoje, campando a sus anchas sabedores de su impunidad.





Por eso hoy mi cabreo va de ocupaciones y ocio nocturno, a ver si algún partido tiene la sensata ocurrencia de poner coto a este desmadre que, a algunos que no lo sufren, les puede parecer un ejercicio de libertad, un progresismo o cualquier otro maquillaje que le quieran dar; pero repito, mientras estos hechos no se produzcan debajo de su balcón.

Esto me trae al recuerdo a un destacado político, afortunadamente defenestrado, que defendía a muerte los escraches y cuando se lo hicieron a él, hizo rodear su casoplón por dotaciones de efectivos de la Guardia Civil; porque podía, claro.

Yendo al tema de ocio nocturno, es una paradoja llamar ocio a destrozos, peleas y perturbación del descanso de los vecinos; pero considerémoslo un término retórico más al servicio de los arquitectos pensadores de la sociedad actual y futura.

Entretanto, los okupas ocupan -que es lo suyo- con la anuencia, indiferencia o condescendencia de los responsables de que eso no suceda, cuanto local se les ponga delante y concite su interés; me estoy refiriendo al titular de hoy que me hizo poner a escribir sobre la reciente ocupación de la caseta del parque Rosalía de Castro de Lugo, otrora cuidado refugio de aves exóticas para asombro de niños y no tan niños, y que ahora, deduzco por las informaciones, se encuentra en un estado de desidioso abandono.




No sé quién tiene más responsabilidad sobre el asunto, si el Concello por haber descuidado algo tan sencillo de mantener, los okupas por entrar como Pedro por su casa en cualquier sitio en el que pongan el ojo, o los legisladores por su evidente incompetencia a la hora de fijar leyes eficaces y pragmáticas sobre el orden público.





Lo que desconozco es si los okupas de la caseta del parque, teniendo a tiro de piedra un after hours denunciado por los vecinos por instalarse allí hace cuatro meses y ser ya un referente para no poder conciliar el sueño, se unirán a ellos en la denuncia del local que atrae a las hordas que, a primeras horas de la mañana, deciden de forma unilateral perturbar la vida normal de uno de los barrios más antiguos y tranquilos de la ciudad, okupas incluidos valga el sarcasmo.





En cualquier caso, el hecho de que se la monten a golpes y navajazos por distintas zonas de la ciudad, hace que las molestias puedan llegar a ser menores al estar, como la lotería, más repartidas; si bien la cifra manifestada de veinte intervenciones policiales diarias por incidencias de esta índole, hace pensar que el mítico Bronx pueda parecer un trasnochado juego de niños comparado con lo que sucede en Lugo, la nuit y Lugo, la madrugá.

Tampoco desmerecen los impúdicos argumentos de algunos propietarios de esos afters quienes, sin despeinarse, manifiestan que abren a las seis de la mañana para servir cafés a la gente que va a trabajar. Lo malo es que no cuela que a esas horas metan unos petardazos de reggaetón que te rompen los tímpanos. Creo que los trabajadores prefieren un par de churros con el café que el acompañamiento musical -si se le puede llamar música a eso- a todo volumen que, evidentemente, sirve de reclamo a la fauna nocturna, ciegos perdidos a la que todavía no le ha llegado el momento de retirarse después de haberse tomado de todo, en cantidad y variedad a lo largo de toda la noche, mientras que los trabajadores van a las cafeterías normales de toda la vida, sirviendo sus sufridos madrugones de inútil disculpa para la apertura de estos antros que jamás pisaría un trabajador.


 

Y así finalizan las noches, con el sol en lo alto y sin que nunca pase nada -es un decir y un eufemismo político- a efectos de terminar con este paisaje que alguien justificará, pese a que la policía salga maltratada e incluso lesionada, por los impunes descerebrados, mamados y drogados hasta las trancas, quienes, valga la redundancia, sabiendo que nunca pasa nada, siguen a lo suyo mientras el resto de ciudadanos se aburre de presentar denuncias estériles que terminan en pírricas sanciones que, me temo, se incumplen también.

Por nuestra parte, a pagar impuestos, a votar y a discutir sobre política con los colegas en el café, en tanto en cuanto a los tertulianos no nos pase nada. Cuando nos afecte directamente, ya veremos.