viernes, 13 de octubre de 2023

Las cosas cambian.

 

Una viguesa convertida al islam se casa en un kebab tras conocer a su pareja en Tik Tok






Como buen gallego que soy, tengo interiorizadas referencias genuinas de esta tierra como pueden ser los términos "ferrado" y "marcos". Sobre el primero, nada que comentar ya que no tiene más relevancia que la sustancial diferencia que existe entre tener una finca de cinco ferrados en Portomarín, que tener una finca de los mismos ferrados en Soutomaior. En el primer caso, los más de 3.000 m2 de equivalencia que tendría esa finca, te darían para hacerte un chalet con piscina, jardín y cenador. En el caso de Soutomaior, los cinco mismos ferrados, según la medida local del ferrado, arrojan el resultante, de unos 300 m2, poco más que para una leñera y una caseta para el perro, lo que pone de manifiesto la enorme diferencia de una unidad de medida entre unas comarcas y otras y nos ponen en preaviso por si alguien se quiere comprar una finca atendiendo a los ferrados que mide.



ferrado

Comentada a modo de introducción esta singularidad de Galicia, pasaré a la segunda que me abrirá paso al artículo de hoy. Vamos con "los marcos", ese concepto que complementa al anterior sistema de medida de superficies, utilizando un ancestral modo de perimetrar las propiedades rurales. El rudimentario método es el más poderoso título de propiedad que uno se pueda imaginar y "funciona" al margen de catastros, registros y otras oficialidades. En Galicia por mover "los marcos", se mata; literalmente. Obviamente no en todos los casos, ni mucho menos en la mayoría, pero sí es cierto que son la más frecuente fuente de disputas y reyertas, más o menos virulentas que, en algunas ocasiones pasan de las agresiones a golpes o con aperos de labranza, a las escopetas, que en más de una vivienda reposan sobre las paredes de las casas del rural,  dispuestas a ser utilizadas cuando se considere necesario y oportuno.





Y como solamente quería referirme a "los marcos", a modo de metáfora e introducción de este artículo y me he liado un poco, paso al titular que hoy me ha llamado la atención, aclarando que todo ello venía a colación de que considero que "me han movido los marcos" en mi cabeza. Este movimiento de marcos de la realidad social, me hace reflexionar sobre las costumbres, tradiciones y conceptos que, personas que ya tenemos una edad, hemos ido atesorando con el paso de los años y que progresivamente y, prácticamente sin darnos cuenta, nos han cambiado, como acertadamente apuntaba Mercedes Sosa en su tema "Todo cambia".

La noticia de este casamiento, sin ir más lejos, habría que explicársela -con cuidado- a quienes hubieran fallecido hace solamente unos pocos años y resucitado hoy.

En primer lugar, el hecho de conocerse por Tik Tok atenta contra el método de aproximación de parejas en las antiguas verbenas y más adelante, las discotecas. El fin es el mismo, pero por Tik Tok, por ejemplo, no puedes saber si le huele el sobaco al pretendiente; cuestión muy importante para el posterior desarrollo o abandono de la relación por su aversión al desodorante y el rebufo de sus alerones. También te pierdes el "roce" consentido al compás de la cumbia de la orquesta, que era convenientemente dirigido por la parte femenina y que la parte masculina respetaba escrupulosamente, midiendo con cautela y precaución cada movimiento. Faltaría más.





Lo de la religión, es punto y aparte. Hace unos años sería impensable tener en Galicia mezquitas, o mismo centros budistas -como el de San Amaro, en Ourense- en donde los paisanos salen a plantar las patatas y se encuentran a unos señores calvos con túnicas rojas dando vueltas por allí, eso sí, sin meterse con nadie. Antes, no existía más que la parroquia o capilla del pueblo y si querías ibas a misa y si no, te escaqueabas.






La protagonista del titular de hoy, persona del país, se convirtió al islam, lo cual me trae sin cuidado, si bien, no sería muy entendible por mi imaginario muerto resucitado, cuyos escasos conocimientos religiosos se ceñían al impuesto Catecismo y a la misa de doce, aunque a esta no hubiera asistido nunca.

Por último, atendiendo a la noticia propiamente dicha, la chica se desposó contra su pareja, como tanta otra gente, si bien el banquete, parece ser que se consumó en un Kebab; las características del local también habría que explicárselas al gallego "vintage", muy especialmente en cuanto a qué consistía este tipo de establecimientos desde el punto de vista gastronómico, ya que sus experiencias sobre la materia no iban más allá de la pulpería, la churrasquería y el salón de banquetes para bodas.





Lo que ya no sabemos es si el enlace propiamente dicho, desde el punto de vista religioso-civil, se celebró en el mismo local. En todo caso, la elección le compete a la pareja TikTokera que, como no podría ser de otro modo, se casa en donde y como le viene en gana.

A todo esto, mis felicitaciones a los contrayentes, se hubieran casado en un kebab o en la Catedral de Santiago, y por mi parte, seguiré dispuesto a comentar estas y otras cuestiones que, de un modo u otro, me descolocan y llaman la atención (por las canas que peino, básicamente)

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Que va!