lunes, 28 de julio de 2025

De olores y perfumes.

 

¿Vómito de ballena en los perfumes?



 
No era mi intención redactar un artículo a propósito de los olores. Creo, sinceramente, que me va a dar solamente para un par de líneas que borraré cuando se me termine la mínima inspiración que tengo para ello.

En todo caso, viene esto a colación de que una buena amiga me invitó a hacerlo, sorprendida de que había detectado que había cambiado de perfume desde la anterior vez en que habíamos coincidido.

Vamos a ver, el tema de los perfumes se remonta, al menos, al antiguo Egipto, incluso probablemente a civilizaciones anteriores sobre las que me da pereza indagar.; de tal modo que eran aplicables, tanto a vivos como a muertos y estos últimos iban tan embadurnados como un churrasco con chimichurri para meterse dentro de sus sarcófagos y sus respectivas pirámides que, oscuras serían, pero oler, se supone que olerían muy bien.




Tampoco creo, sinceramente, que a Tutankamón o a Cleopatra les importara mucho que les oliera el sobaco después de haberse metido debajo de una pirámide grande como un mundo y ni mucho menos, lo que hubiéramos pensado dos mil años después; pero el asunto de los olores, no es tema menor y como tal debe ser tratado.

Ya en la dominación musulmana, entre otras muchas costumbres nos regalaron la de los aromas, tan presentes en su vida diaria como las babuchas que calzaban.

Dicho lo anterior, hay un reducido grupúsculo de gente que perciben (percibimos), por desgracia, olores que al resto de los mortales les pasan totalmente desapercibidos.

Quiero decir con lo anterior, que alguien se tira un pedo a cien metros y los "anormales" somos capaces de detectar hasta de que culo ha salido.

Todo este asunto olfativo está muy bien para los perros que buscan personas en los terremotos y desgracias varias, pero las personas humanas deberíamos tenerlo un tanto restringido para mejor convivencia entre nosotros y menor penuria de los que lo tenemos muy desarrollado.

¿No les ha pasado tener un compañero de trabajo que cada vez que se acercaba parecía que venía una bafarada del desierto con aliento de tigre de Bengala?




¿Cómo le explicas a la criatura que hay unas cosas que se llaman desodorantes y que si te los rascas en los sobacos por las mañanas después de la ducha (hay que ducharse, claro) evitas que huelas como un mono de circo y que la gente te rechace?

Cuestión aparte son las "partes nobles" que, con descuidada y distraída higiene, dejan de ser nobles para pasar directamente a ser plebeyas.
No quiero entrar en el origen y composición de muchos perfumes ya que da escalofríos solamente de pensarlo. Resulta que un ingrediente muy utilizado es la placenta. A mí me da algo de asquito..., no sé. Pero nada que ver con una de las últimas informaciones que nos ilustra de como el vómito de ballena es de muy preciado valor para la creación de perfumes de alta gama. Me mueve la curiosidad por ver como se las apañan para hacer que el cetáceo vomite y recoger todo aquello.

Citadas estas marranadas, en contrario sensu quiero poner en valor las pituitarias que Dios ha repartido entre unos pocos de los mortales entre los que humildemente me incluyo, para distinguir un perfume de Dolce Gabanna de otro plagiado del mercadillo de los sábados de tres euros, o detectar un fondo de madera o de tabaco entre diferentes presentaciones, sin que ello suponga que la señora en cuestión se haya rozado con la mesilla de noche o espolvoreado los restos de un cigarrillo por su cabello.




También aplica al mundo del vino, tema en el que estoy muy interesado y entrometido. Sin llegar al nivel de la liturgia e impostación de los grandes catadores, que definen olores como "silla de montar de cuero viejo" y otras mariconadas parecidas, a mi modesto nivel puedo encontrar apreciables diferencias entre unos vinos y otros simplemente por su olor.



En todo caso y para finalizar, que las señoras se pongan perfumes que gusten a los señores, que los señores se pongan lo que consideren oportuno para agradar a las señoras, y que aquí paz y después gloria, sin que nadie huela mal para bien de la convivencia.

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