domingo, 30 de julio de 2017

La fuente de san vicente manará vino

La fuente de San Vicente manará vino.








La Praza do Campo ha sido, es, y muy probablemente será, la "Zona Cero" de las relaciones etílicas lucenses en sus diferentes grados de alcoholemia; en algunos casos hollada por sujetos de perfil enológico tipo onanista y en los que más, por grupos y pandillas de amigos.

Creo que no está probado que los romanos hicieran sus "quedadas" en la empedrada plaza, aunque entraría dentro de lo posible y más aún, probable, dado que su privilegiado emplazamiento la situaría  en el epicentro de la urbe de Lucus Augusti; así, estoy viendo a los colegas de la Cohors III Lucensium cantando el "andar miudiño", o canción de taberna al uso de la época, abrazados en el centro  de la plaza, medio mamados de vino de la Ribeira Sacra, y a Paulo Fabio Máximo apareciendo por la Rua da Cruz  "mandando a parar" y todo el mundo al barracón a dormir la mona para poder cargar con las catapultas al día siguiente, como Júpiter manda.


                                             imagen lavozdegalicia.es


Lo que sí es cierto es que en aquel entonces no presidía la plaza la fuente de nuestro querido San Vicente, por tratarse esta de una recreación pétrea de la época barroca, lo que nos sitúa ya en el siglo XVIII, muy alejados de los ancestrales romanos.

San Vicente es, para los lucenses de pro, como un colega más. El paisano está allí, en lo alto, pero sin prepotencia, todo tranquilo, observando lo que se cuece alrededor y pasando lista por si hay alguna baja, de hecho su orientación es hacia la Ruanova, para tener una panorámica más amplia de los acólitos -no confundir con alcohólicos- que diariamente le rinden culto.

Nuestro San Vicente, de apellido Ferrer, no ha sido santo reconocido por haber conseguido milagros de gran repercusión mediática, tal vez por ello ahora, que ya está jubilado, reivindica algo más de mérito para que su anterior subida a los altares no hubiera sido tan frívola, y en un ejercicio de "Magia Borragia", emula a Jesucristo con la transformación, en vivo y en directo, del agua en vino, que es un milagro muy efectista y celebrado en ambientes de ocio.

Este milagro, que confirma la santidad, valga la redundancia, de San Vicente, está a punto de obrarse nuevamente en la ciudad bimilenaria y, por experiencias anteriores, a buen seguro contará con miles de fieles devotos que elevarán sus preces al ritmo del tinto que vaya manando a los pies del venerado Santo.





Tome nota el Vaticano para fomentar este tipo de aproximaciones a emblemáticas figuras del santoral cristiano que, sin duda, redundarán en captación de nuevos clientes para la Iglesia allá donde se celebren.

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