jueves, 14 de diciembre de 2017

Contratos con lupa






El auto indica que la letra era tan pequeña que para su lectura no bastaba con el uso de unas gafas



Esto de los contratos bancarios me recuerda a los prospectos de los medicamentos en lo concerniente a su exagerada extensión y a que casi nadie los lee. 

En lo que respecta a los medicamentos la omisión de su lectura tiene cierta justificación, ya que si los lees, directamente no te los tomas.

Sirva como muestra un breve extracto, obtenido de su propio prospecto, de alguna de las cosas desagradables que te pueden pasar si se te ocurre tomar, por ejemplo, un simple Ibuprofeno:





"Alergia grave, vómitos de sangre, ampollas en la piel e ictericia"; o sea, en este caso puedes aparecer a las pocas horas amarillo como un chino y con unas "bochas" como si te hubiesen picado dos docenas de velutinas, al tiempo que vas dejando por la calle un reguero de sangre ante al pavor de la gente y el seguimiento de la policía a ver de dónde viene aquello.

Otra fineza algo más grave podría ser, "espasmos de los bronquios que impiden el paso del aire a los pulmones". Tenía yo un amigo al que dejó de pasarle aire a los pulmones y, sorprendentemente, se murió.

Tampoco es baladí el posible "estrechamiento del esófago", por aquello de que se te acabó el tragar y, no menos importantes serían los, casos de "meningitis" y "reacción psicótica" que, o bien te dejan tonto o, en otro caso, te encuentran tirándote contra la gente o haciendo el avión desde la terraza de tu casa.





Extrapolando la farmacopea, y el asunto de su hiperinformación, al campo de la contratación bancaria, nos encontramos ante una situación bien parecida.

Si te leyeses un contrato bancario, probablemente no lo firmarías; ahora bien, en el caso del medicamento, puedes pasar olímpicamente de él y que sea lo que dios quiera y en cambio al banco lo necesitas sí o sí, por lo que firmas "aquí, aquí, aquí y aquí... y aquí abajo y solamente falta una aquí al dorso", como amablemente te va indicando el bancario de turno, impasible ante la cantidad de firmas que te ordena echar; si bien siempre te quedará el consuelo de que él tampoco se lo ha leído en su vida, que no deja de ser un consuelo pírrico.







Pues en esta tesitura, un juez cabal -no quiero decir que los demás no lo sean- ha llegado a la conclusión de que debería declarar "contrato nulo" a uno de ellos, debido al pequeño tamaño de su letra que impedía su lectura incluso con gafas de graduación. 

Tengo curiosidad por conocer todo lo que podría recoger ese contrato para haber tenido que jibarizar el tamaño de su tipografía hasta alcanzar los límites de la infravisión por el ojo humano.

En cualquier caso, como "la banca siempre gana", para evitar futuras sentencias similares, supongo que sus letrados ya estarán incorporando a cada contrato un juego de lupas -a cargo del cliente, por supuesto- y así Su Señoría no podrá argumentar ilegibilidad ante una hipotética demanda similar.




sábado, 9 de diciembre de 2017

Plazo fijo







www.lavozdegalicia.es
Los títulos emitidos por Orsted y destinados a financiar parques eólicos se amortizarán en el año 3017.

Esto de tener dinero últimamente se está poniendo muy difícil, no el obtenerlo, que ya es difícil de por sí para la mayoría de los mortales, sino por mantenerlo de una forma medianamente sensata.

Me explico:  hace unos cuantos años, tampoco muchos, la gente que tenía algún ahorrillo lo metía en el banco en una cartilla o libreta de ahorro (llámesele como quiera), en la que venía recibiendo un menguado interés por sus dineros allí confiados.

En aquel entonces la banca ya hacía de las suyas de forma sibilina a efectos del cálculo de intereses, computando los ingresos que se realizaban como si se hubieran hecho el último día de la quincena, y las retiradas, o reintegros de efectivo, como si fuera el día uno, independientemente de la fecha en que se hubieran producido; de tal modo que no era fácil que la cuenta devengase intereses si tuviera un mínimo de movimientos.







Un sinsentido contemplado por la anuencia del Banco de España, organismo que se ha venido destacando a lo largo de los últimos decenios por su labor en pro de la transparencia y eficacia del sistema financiero y, por ende, de las entidades bancarias.

De la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores), hablaremos otro día, que ese organismo da para mucho tema.

Pues bien, volviendo al asunto, cuando el penitente había alcanzado en su libreta de ahorro una cantidad más o menos considerable y de la que podía prescindir durante un tiempo determinado, decidía situar sus dineros en una modalidad que le ofreciera una mayor rentabilidad; se estaba enfrentando entonces a una disyuntiva de enorme trascendencia, que era optar por inmovilizar su dinero por uno o tres años; aquel era todo el abanico de posibilidades para el ahorrador. 

Para los más inquietos, raza bastante común por otra parte entre la clientela bancaria, ya entonces asomaban el hocico "cantos de sirena" alternativos, como SOFICO y otros de similar jaez, a los que los ahorradores más iluminados acudían para destacarse de los demás, con resultados catastróficos.






Con el devenir de los años, la cuestión financiera ha ido avanzando y adaptándose a los tiempos, necesidades y corrientes económicas; tanto así que los plazos y condiciones de los depósitos han cambiado una barbaridad. 

Como reza nuestro titular de hoy, si a aquel ahorrador de 1970, sin ir más lejos, le hubieran ofrecido una imposición a mil años, se quedaría mirando para el bancario de turno preguntándose si estaría borracho.






Vamos a ver, tampoco hay que ser un ahorrador de 1970; hoy en día, ¿alguien en sus cabales haría un depósito cuyo vencimiento fuese dentro de mil años?

Todo el mundo aspira a vivir un montón de años, pero ¿tantos...?

Si esto tiene éxito, me voy a plantear emitir yo bonos a mil años, con intereses al 25% pagaderos cada cincuenta años. En la fecha del primer pago de intereses, ya hablaremos.