El auto indica que la letra era tan pequeña que para su lectura no bastaba con el uso de unas gafas
En lo que respecta a los medicamentos la omisión de su lectura tiene cierta justificación, ya que si los lees, directamente no te los tomas.
Sirva como muestra un breve extracto, obtenido de su propio prospecto, de alguna de las cosas desagradables que te pueden pasar si se te ocurre tomar, por ejemplo, un simple Ibuprofeno:
"Alergia grave, vómitos de sangre, ampollas en la piel e ictericia"; o sea, en este caso puedes aparecer a las pocas horas amarillo como un chino y con unas "bochas" como si te hubiesen picado dos docenas de velutinas, al tiempo que vas dejando por la calle un reguero de sangre ante al pavor de la gente y el seguimiento de la policía a ver de dónde viene aquello.
Otra fineza algo más grave podría ser, "espasmos de los bronquios que impiden el paso del aire a los pulmones". Tenía yo un amigo al que dejó de pasarle aire a los pulmones y, sorprendentemente, se murió.
Tampoco es baladí el posible "estrechamiento del esófago", por aquello de que se te acabó el tragar y, no menos importantes serían los, casos de "meningitis" y "reacción psicótica" que, o bien te dejan tonto o, en otro caso, te encuentran tirándote contra la gente o haciendo el avión desde la terraza de tu casa.
Extrapolando la farmacopea, y el asunto de su hiperinformación, al campo de la contratación bancaria, nos encontramos ante una situación bien parecida.
Si te leyeses un contrato bancario, probablemente no lo firmarías; ahora bien, en el caso del medicamento, puedes pasar olímpicamente de él y que sea lo que dios quiera y en cambio al banco lo necesitas sí o sí, por lo que firmas "aquí, aquí, aquí y aquí... y aquí abajo y solamente falta una aquí al dorso", como amablemente te va indicando el bancario de turno, impasible ante la cantidad de firmas que te ordena echar; si bien siempre te quedará el consuelo de que él tampoco se lo ha leído en su vida, que no deja de ser un consuelo pírrico.
Pues en esta tesitura, un juez cabal -no quiero decir que los demás no lo sean- ha llegado a la conclusión de que debería declarar "contrato nulo" a uno de ellos, debido al pequeño tamaño de su letra que impedía su lectura incluso con gafas de graduación.
Tengo curiosidad por conocer todo lo que podría recoger ese contrato para haber tenido que jibarizar el tamaño de su tipografía hasta alcanzar los límites de la infravisión por el ojo humano.
En cualquier caso, como "la banca siempre gana", para evitar futuras sentencias similares, supongo que sus letrados ya estarán incorporando a cada contrato un juego de lupas -a cargo del cliente, por supuesto- y así Su Señoría no podrá argumentar ilegibilidad ante una hipotética demanda similar.
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