martes, 21 de agosto de 2018

Asegurado de aquella manera


Aseguradoras recurren a clínicas 'low cost' para reducir gastos con lesionados de tráfico



Ultimamente las grandes compañías están poniendo en práctica novedosos sistemas para abaratar costes.

Se nota que ahí trabaja gente con estudios, no como yo.

Las aseguradoras no son una excepción, y sus correspondientes lumbreras han llegado a la conclusión de que para furrichar hay que tratar peor a los pringados, o dicho como le gusta a sus engominados directivos, para mejorar la cuenta de resultados hay que reducir costes en prestaciones a finalistas mediante optimización de los recursos operativos.






O sea que, si desafortunadamente tienes un trastazo con el coche y te quedas medio pajarito, ten cuidado con lo que te vayan a hacer.

Me hace mucha gracia el anglosajón eufemismo de "low cost", si bien tiene ya mucha menos gracia su traducción al gallego:  "barateiro".

Y, sino, que se lo pregunten a los usuarios de algunas líneas aéreas.

Cuando algo tiene un precio sensiblemente inferior al de mercado, es que algo pasa; nadie da duros a cuatro pesetas.

No te puedes tomar una botella de Vega Sicilia por 10 euros, salvo que asumas que en la botella no hay más que un San Simón de un euro, como tampoco puedes comprarte un Mercedes "como nuevo" por 1.000 euros y dedicarlo a algo que no sea ponerlo de gallinero en la finca no edificable que tienes en el pueblo.






Pues ahora, pon el magín a funcionar y a ver si eres capaz de visualizar cómo te van a arreglar seis costillas rotas, del accidente que te endiñó el gilipollas que te embistió con la moto, en la clínica "low cost" a la que te ha enviado la aseguradora. 

Ya te lo digo yo:  pegándolas con pegamento Imedio y sujetándolas con una cuerda para que no se suelten.





Por favor, hagan desaparecer esos términos y engáñennos de forma sibilina, al menos que aunque nos vayan a atender peor, que no lo sepamos; no publiciten su arteras fórmulas de enriquecimiento a costa de nuestros huesos.

Así estaremos menos preocupados porque se nos vayan a despegar las costillas nada más salir de la "clínica low cost" y tengamos que ir recogiéndolas del suelo.

lunes, 20 de agosto de 2018

Salvado por el megáfono



Un socorrista de la playa de Oza advierte a un bañista por su nombre de pila del riesgo de una zambullida


Que Galicia es única, ya lo sabemos e, incluso, nos lo recuerdan muchas veces los foráneos. 

Entre los diversos estereotipos extendidos sobre los gallegos se encuentra, en lugar destacado, el de ser muy familiares y entrañables.

Pues bien, los turistas que se encontrasen disfrutando hoy de la playa de Oza, ya pueden ir dando fe de nuestra familiaridad por esos mundos de Dios.

Lejos de "Los vigilantes de la playa" que nos mostraba la serie de televisión, con aquellos mozos corriendo a cámara lenta para salvar a la gente, nuestros abnegados y profesionales socorristas, sacan a la gente del agua ¡llamándolos por su nombre! y sin despeinarse o, mejor dicho, sin mojarse, desde su puesto de vigía.





¡ José Luis, no te tires que te nos vas a esnafrar y ahogar y después a ver qué hacemos !

Y va José Luis, y no se tira.

Esto sí que es intimismo, colegueo y valor añadido al socorrismo clásico.

El turista, al uso, podría entender que en Galicia, al llegar a la playa, hay que dar el nombre en el puesto de socorro y que se fijen en tí antes de entrar en la arena, para que, ante cualquier eventualidad, el socorrista te reclame por tu nombre a través de la megafonía.





Con tanta profesionalidad, probablemente también lleven cuenta del tema de las digestiones de los niños y les metan un oportuno bocinazo a aquellos que, sin cumplir las dos horas, intenten meterse en el agua a espaldas de sus mayores.

En cualquier caso este tipo de "socorrismo personalizado a la carta" solamente se podría dar en nuestras playas; no me imagino yo a los socorristas de Torremolinos llamando a todos los miles de bañistas cada cual por su nombre. 





Entre otras cosas, porque tendrían que dominar varios idiomas y repartirse todo el tropel que se amontona en el agua, que son muchos.

Y, por otra parte, imposible aprenderse todos los nombres.

jueves, 2 de agosto de 2018

Trasplante de heces



Trasplante de heces: la innovadora técnica para establecer el equilibrio de la flora intestinal


Recuerdo en mi tierna infancia ver en las portadas de periódicos y revistas la fotografía de un tal Doctor Barnard, que pasaría a la historia por haber realizado el primer trasplante de corazón en un ser humano vivo. 





Bueno, realmente, si el vivo estuviera muerto no lo necesitaría; como también si el muerto estuviera vivo, no se dejaría.

En fin, que me lío; el susodicho cirujano vino a marcar un antes y un después en la curación de determinadas dolencias recurriendo a trasplantes de aquellos órganos que no servían ni para hacerles fotos para las cajetillas de tabaco, de lo menguados que estaban.




Así hemos ido presenciando como se pasaba de un cuerpo a otro todo tipo de casquería con cada vez más éxito para el receptor; no así para el donante que en la mayoría de los casos ya no requería de los servicios del órgano por haberse pasado, junto al resto del cuerpo, al otro lado del Mississippi.

Pero esto de los trasplantes, como tantas otras cosas, ha ido tomando unos derroteros inimaginables para muchos mortales. 

De esta manera hemos llegado al trasplante de heces; que, digo yo, ¿qué tipo de caca mala puedes tener para que necesites que te la trasplanten?





Por otra parte, ¿cómo harán para buscar la caca adecuada al paciente?

Ahora se me viene a la cabeza el chascarrillo de "mea colonia"; ¿se tratará en realidad de un trasplantado de pis de Coco Chanel?, ¿están ya ahí los trasplantes de pis?

Bueno yo, de momento, me voy a apuntar a donante de caca; total, me da igual hacerla en el váter que donde me manden y, según el día, a lo mejor me dan algo por ella, porque hasta ahora el tema iba gratis.

¡Hay que ver, como está la medicina!