Prisión para un cura tras ser interceptado tres veces mientras conducía ebrio
La noticia de hoy nos informa de la conjunción de ambas en la misma persona.
Lo que recordamos como sacerdote clásico nacional, de siempre fue una raza muy aficionada a los placeres de la mesa, concretamente al comercio y al bebercio.
Este sujeto, en las zonas rurales se prodigaba en celebraciones familiares y reuniones gastronómicas interparroquiales, es decir, con otros colegas de parroquias cercanas cuando no se requería su presencia en festejos locales, dado que no tenían el don de la ubicuidad, privilegio solamente al alcance de su Jefe supremo.
Con el Concilio Vaticano II, les sobrevino el primer aviso de que la cosa tenía que cambiar; una de las consignas propugnaba mayor aproximación a los fieles, cuestión que algún papador irredento interpretó libremente como asistencia a más banquetes a cargo de la entregada e incondicional feligresía.
No obstante la Iglesia se fue adaptando a los tiempos, y los modernos clergyman fueron sustituyendo a las sobrias sotanas que hasta entonces disimulaban mejor las prominentes barrigas de los presbíteros gastronómicamente promiscuos.
De este modo el pecado capital de la gula, omnipresente a lo largo de los tiempos entre el clero, fue remitiendo hasta nuestros días, mejorando notoriamente la raza eclesiástica en su perímetro abdominal, hasta el punto de que algún sacerdote bien podría confundirse con un futbolista o un youtuber de éxito.
Nada que ver con todo lo anterior.
De todos modos, siempre queda algún irreductible como ocurría en los comics de Astérix y Obélix en La Galia.
El titular nos informa de la entrada en prisión de un cura, más amigo del vino que del agua, tras haber sido detenido tres veces por su empecinamiento en conducir "mamao", o sea, ebrio.
Confío en que su abogado presente como atenuante el hecho de que, a causa de la crisis vocacional, el sufrido sacerdote tenga por obligación atender a varias parroquias, oficiando misa diaria en todas ellas, de tal forma que sin pretenderlo se mete entre pecho y espalda otros tantos copazos de mistela, a razón de uno por parroquia y celebración, siendo esta, y no otra, la noble causa de sus deslices etílicos.
Y, verdaderamente, seis o siete obleas como acompañamiento, por muy alimento espiritual que puedan ser, no constituyen soporte alimenticio suficiente para asentar tanto copeteo.
A todo esto, creo que si el reo le ruega a Su Señoría la absolución, prometiéndole contrición, dolor de los pecados y propósito de la enmienda, dependiendo de la filiación del Juez, este podría emitir un "ego te absolvo" y dejar al fenómeno suelto hasta que vuelva a pillar la próxima cogorza, coja el coche y se encuentre de nuevo con los señores de verde, confundiéndolos con cofrades de la Virgen de la Esperanza y cantándoles la salve marinera cuando le paren.
Y entonces, vuelta a empezar.
4 comentarios:
Diez parroquias a razón de un caliz por parroquia, igual 10 buenos copazos, el resultado que tráfico lo de dio el alto.
Lo peor es que no tiene carnet de conducir, digo.
Te vas a ir al infierno
Allí nos veremos, Sr.Suárez.
Pobre cura. Tiene que beber por obligación y van y lo multan
Publicar un comentario