Un estudio publicado por «The New York Times» determina que los españoles no son de raza blanca.
No, si ahora va a resultar que los españoles somos como los ángeles de Machín.
Vaya por delante, antes de empezar mi rajada de hoy y por si algún "ofendidito" me quiere tildar de racista, que no lo soy en absoluto y que este blog intenta simplemente hacer humor sobre los titulares de prensa diaria sin otro tipo de aspiraciones, consiguiéndolo incluso en alguna ocasión.
Hecha la necesaria salvedad, he de decir que me siento emocionalmente concernido por el hecho de que un estudio realizado por la raza más cruzada del mundo cuestione e incluso determine, que yo no sea descendiente por línea directa de romanos y celtas, bien blanquitos todos ellos y de lo que, hasta ahora, me encontraba orgulloso.
A ver, habrá de todo, de hecho el Athletic de Bilbao, club de fútbol que históricamente se ha venido distinguiendo por conformar su plantilla exclusivamente con jugadores autóctonos, actualmente alinea en su once titular a un vasco con el RH desleído, más negro que la sotana de un cura, pero nacido en el Botxo.
También pululan por nuestra geografía patria chinitos, que de mandarines no tienen más que el flan de su despensa, nacidos en Arteixo o en Lugo, que curran -eso sí, como chinos- y pagan sus impuestos más religiosamente que algunos blancos de ocho apellidos españoles.
Ahora bien, admitiendo que la raza española es más impura que la ginebra de un after hours y que somos, como popularmente se dice, "mezcla de mil leches", lo cierto es que la mayoría de nosotros lucimos una tez tirando a blanquecina, tanto así que cada verano nos afanamos en tostarnos en las arenas de nuestras playas, echándonos cuantas cremas existen para intentar -sin éxito- conseguir algún parecido con Denzel Washington o Halle Berry, según el sexo de cada quien; olvidándonos de que no solamente es el color lo que nos diferencia, sino las lorzas, michelines, cartucheras o barriga cervecera, lo que nos marca la tremenda distancia con ellos.
Cuán atrás quedan aquellos tiempos en los que se estudiaban en las enciclopedias de la época las razas humanas, que en principio eran tres, pero después ya empezaron a tocar el carajo y las pasaron a cinco, a saber: mongólico o amarillo, americano o rojo, caucásico o blanco, malayo o pardo y etiópico o negro -cámbienme todo esto a lenguaje inclusivo no sexista si hay bemoles- con sus correspondientes ilustraciones a color para que no hubiese lugar a dudas en cuanto a su reconocimiento a primera vista.
Por mucha mezcla que haya habido, que va a ser que sí, me cuesta creer que en tan poco tiempo hayamos transmutado a mongólicos -bueno, en algunos casos es evidente- o mucho menos a etiópicos.
Estoy por llamar a los del New York Times y preguntarles en dónde hicieron el estudio, no vaya a ser que por despiste -como son americanos- se hubiesen metido en el Paseo de Gracia a la hora de la oración, en Badalona, o en algún invernadero de El Ejido, que parece lo más probable; en otro caso no se entiende que a estas alturas de la película nos hayan pintado la cara de repente después de tantos siglos de tener la misma y del mismo color.
4 comentarios:
Yo sigo considerándome blanca aunque a veces esté negra por todo lo que acontece.
Qué cada uno me vea del color que más le apetezca, hasta amarilla o malaya, me da lo mismo.
... amarilla no, que eso significa que estás perjudicada del hígado.
Yo he leido un estudio en el q participo el Dr. Carracedo nuestro gran genetista, en el q se afirma q los gallegos son los españoles q tienen mas porcentaje de sangre norteafricana, y curiosamente esto se debe a la engogamia gallega ( y tambien a nuestro caracter acogedor) de los moriscos expulsados por Felipe IV que subieton por Portugal.
Curiosidades de esta vida.
Lo de los americanos sospecho q han confundido español con hispano
Fenomenal, José Mari. Si así son sus actuales estudios, mal vamos.
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