Gente pagada para nada
Un japonés licenciado en Físicas y con un posgrado en terremotos se alquila para no hacer nada, solo compañía. Comer, beber y dar respuestas simples.
La noticia viene de Japón, lo cual tiene más mérito porque allí son trabajadores, ya que, de haber sido en España, no constituiría noticia.
En nuestro país tenemos la malsana costumbre de contratar a gente para no hacer nada, cuestión en la que hay verdaderos especialistas.
No hay más que ver la larga nómina de ministros, vicepresidentes, secretarios, subsecretarios, directores generales, subdirectores generales, adjuntos, asesores y demás, que en su mayoría son gentes muy preparadas y trabajadoras, pero entre las que han conseguido colarnos especímenes con currículum académico y laboral más vacío que el armario ropero de Tarzán.
Me imagino -si la hubiere, que va a ser que no- la entrevista para contratarlos:
Usted, ¿qué sabe hacer?
¿Yo?, nada.
Excelente, queda contratado.
¿Y qué tengo que hacer?
Nada.
Perfecto.
Ahora bien, saliéndonos del socorrido campo político para estos temas, el asunto, trasladado a la vida real (la de la política es surrealista) promete.
En el mundo del fútbol, el mercado de fichajes se va a ver revolucionado. Por ejemplo, en algún equipo no muy lejano, corretea algún jugador que frecuentemente se la pasa al contrario y entorpece a otros compañeros. Lo cambiamos por uno que no haga nada, y salimos ganando. Ya no habrá pérdidas de balón ni disparos al graderío, mientras los otros 10 pueden jugar con mayor fluidez. Y, probablemente, con la ficha más baja que el titular al que sustituya.
En el ámbito laboral, creo que muchas empresas comenzarán a contratar gente para no hacer nada, condicionada a que cumplan a rajatabla con su cometido; viene esto a colación porque en muchas empresas y de forma proporcional a su dimensión, existen empleados -y jefes- que se distinguen por hacer las cosas mal, lo que se conoce como restar en vez de sumar.
Sustituyendo a estos por otros que no hagan nada, la empresa gana una barbaridad, ya que los nuevos al igual que los otros, no suman, pero tampoco restan ni estorban.
Además, de este modo se respeta el empleo al quedar el mismo número de trabajadores tras el cambio; así no dan por saco los sindicatos y enlaces sindicales, alguno de los cuales, por cierto, tampoco hace nada.
Recientemente he sufrido obras en mi vivienda y la empresa me enviaba cada día un nuevo operario para enmendar detalles que había dejado mal el anterior y así, hasta el tercer o cuarto día en el que aparecía el que realmente sabía.
Tengo que localizar a este empresario para sugerirle que contrate a uno que no haga nada y así, lo puede situar en sus nuevas reformas para que no les ocurra lo que a mí y de este modo, el nuevo "trabajador" está allí, sin hacer nada, y sin empeorar la situación hasta que llegue el que sabe, por lo que la reparación final le saldrá más a cuenta.
Para el resto de la vida diaria, incluida la familiar, esta nueva figura va a tener futuro. Cuántos no suspirarían por un conviviente que no hiciera nada; pues, ya saben, se cambia al par incómodo por el profesional de no hacer nada, y a vivir en paz; o sea, estás acompañado, pero no discutes con la otra parte.
Todo esto, que parece una exageración -como siempre- por mi parte, es más o menos cierto, según desarrolla el curioso artículo que pone de manifiesto que el individuo inventor del asunto, está teniendo una gran demanda de sus servicios para ir a los sitios a no hacer nada.
Le voy a pasar la noticia a nuestra ministra de trabajo pues, dada la cantidad de gente que hay en este país que no sabe ni quiere hacer nada, si implementamos esta nueva profesión, podríamos acabar definitivamente con el paro y conseguir el pleno empleo para nuestra satisfacción y bienestar, y la gente toda feliz sin hacer nada, como ahora, pero cobrando por ello.
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