Customer Compliance Manager

 

Douglas abre su primera flagship store en España

Hoy me levanto de la cama y la primera noticia que veo es esta sobre Douglas.

Yo al único Douglas que conozco, supongo que por razones de ignorancia y edad a partes iguales, es a Kirk Douglas, por cierto fallecido este año. DEP. Con tal motivo no sé quién es ese Douglas que se viene a España ni, a fuer de ser sincero, me importa.

Lo que sí me llama la atención de la noticia es lo de la "flagship store" esa que anuncian a bombo y platillo y que para los que no dominan la lengua de Shakespeare, es como si les dijeran "treinta y tres y un loro".

De todos modos el asunto me concierne ya que mi concesionario importó -cómo no- esta nueva gilipollez anglosajona que nos hace a sus clientes más altos, más guapos y más rubios cuando decimos que vamos a la "flagship store". 

La cosa se complica más cuando si, aparte de andar flojito en idiomas, tus relaciones con las tecnologías no son todo lo buenas que desearías, porque el asunto va de digitalización, con órdenes de reparación virtuales que tienes que firmar on line (si sabes).

Esto de "si sabes" firmar me recuerda una anécdota verídica de mi anterior profesión en la que, cuando un cliente no sabía firmar, se le obligaba a poner su huella dactilar después de haber empapado su dedo índice en tinta que, dicho sea de paso, le quedaba negro para todo el resto del día.

Si bien la anécdota en sí radica en la ignorancia que existía en la mitad del siglo pasado y que, en este caso, se manifestaba en la persona, no del analfabeto, sino del propio empleado de la entidad, quien muy ufano él, antepuso a la huella del cliente su particular y peculiar concepción de la coletilla preceptiva:  " el titular, por no saber firmar, estampa su ella de atilar"

Me pregunto yo si en la "flagship" admitirán "ellas de atilar", en vez de firmas electrónicas, para los analfabetos tecnológicos, porque además la factura te viene por e-mail y las taquillas "click&collect" están a tu disposición, si bien no entiendo muy bien en dónde están, qué son y para qué sirven.

En definitiva, me temo que cuando tenga que volver al taller, tendré que pedir antes un curso rápido de inglés y un libro de instrucciones y estudiarlo en casa un par de días antes de presentarme allí, ya que de otro modo, no me cabe duda de que me harán dar la vuelta cuando llegue, sin poder atenderme.

Lo que ya no tengo tan claro es si toda esta tontería incrementa o disminuye la receta que te endiñan al final de todo el proceso.

Y ya que de sandeces terminológicas estamos hablando y relacionado con mi anterior profesión, me he enterado de que habían ascendido a una compañera con la que mantuve relaciones, profesionales, aclaro.

Resulta que antes era directora de una oficina y ahora se ocupa del puesto -agárrense- Customer Compliance Management. 

Antes de felicitarla y como desconozco que pecado pueda ser ese, voy y consulto a quien sabe, y la respuesta me deja mucho peor de lo que estaba:

CCM son las siglas en inglés de Customer Compliance Management y se refiere a sistemas comerciales diseñados para administrar AML de sus clientes | Obligaciones del CTF. El objetivo es ayudar a su empresa a optimizar la incorporación y la supervisión continua del cumplimiento mediante una interfaz de gestión del cumplimiento dedicada que ayuda a mejorar la eficiencia, la precisión y la productividad. 

Para entendernos, probablemente lo que signifique no lo sepa ella tampoco, pero suena fenomenal y lo que ya no quiero saber es lo que cobrará su jefe por esta nueva güevonada con cargo a los gastos generales de la entidad.

Al final como esto siga así, que va a ser que sí, los que ya peinamos canas y además no somos muy espabilados, no vamos a poder ir solos a los sitios, salvo que entremos al estilo del recordado Paco Martínez Soria pegando alaridos y, así, casi seguro que nos atienden sin que entendamos mucho de compliances ni de flagships.

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