domingo, 19 de noviembre de 2017

Langosta sobreviviendo


A la langosta de A Guarda le gusta que no luzca el sol


¡ Hombre, y a los murciélagos !

Y a los sevillanos en el mes de Agosto.

Aunque les diferencien unos pequeños matices.

El murciélago, si luce el sol, se cuelga en su correspondiente techo boca abajo -que no sé yo por qué no se le sube, o baja mejor dicho, la sangre a la cabeza y la palma- y a esperar que oscurezca de nuevo. Tampoco entiendo muy bien lo de la colgadura, con los ardores de estómago que tiene que dar eso y además, hacerse pis en esa postura puede tener consecuencias muy desagradables para el propio bicho debido a la ley de Newton; pero, allá ellos.





Lo de los sevillanos y su heliofobia, si se le puede llamar así, ya está bastante más justificado. A nadie en su sano juicio, que no sea una lagartija, le puede gustar que luzca el sol cuando el termómetro se pasa por el arco del triunfo los cuarenta grados Celsius, día sí, día también.






A diferencia de los anteriores casos, en los que los sujetos pasivos están implicados en el asunto solar sin comerlo ni beberlo; la langosta está completamente involucrada.

Si luce el sol, la ven; y si la ven, la capturan y se la papan, previa inmersión en agua exageradamente caliente bastante molesta para el sumergido, en este caso, la sufrida langosta.






También le pueden dar otra opción de pasar a mejor vida, que no desmerece la anterior: atizándole un par de machetazos en vivo, modalidad esta que debe doler un montón a quien los recibe.




Para evitar todas estas tonterías que le afectan seriamente a su salud, en los días soleados, le sugiero a la langosta guardesa que se arranque las antenas, se agencie unas alas negras, se ponga boca abajo y se haga pasar por murciélago, a ver si cuela y en vez de a ella, le arrean al pulpo más cercano que pase por allí despistado y así va librando.




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