viernes, 27 de octubre de 2017

No más procesiones clásicas

La patrona de Vigo reúne a un par de cientos de personas



Considerando el tamaño de la población de Vigo, el poder de convocatoria que tiene su patrona se eleva al 0,05%; es decir, que al 99,95% de la población viguesa se la sopla y le importa un pijo su patrona.

O sea, les da igual que salga sobre la peana la Virgen, que un bote de melocotones en almíbar.




Llegados a este punto habrá que preguntarse qué coño se celebra en las fiestas de la patrona. 

Si ésta, sus acólitos y sus promotores son incapaces de convocar apenas doscientas personas para homenajearla; algo falla.

Sin entrar a discutir el papel de la Iglesia en todo este lío del que pudiera tener parte de la culpa, tendremos que cuestionarnos la esencia de nuestras fiestas y recomponer el mapa de festivos locales, autonómicos y nacionales acorde a los gustos actuales.

Para los recién incorporados al tema de las votaciones y toda esa carallada, sugiero hacer festivo el dia del cumpleaños de Pablo Iglesias, líder de "PODEMOS".





Podrían sacarlo bajo palio, precedido por unos cientos de indignados y cerrando la procesión, la banda militar de Caracas.

Ahí tendríamos a varios miles de fieles arrodillándose al paso de la comitiva.

También podríamos hacer festivo el día del Socialista. 





Desfilarían como cofrades y cofradas, descalzos y descalzas, eméritos miembros gubernamentales tales como Zapatero, Rubalcaba, Felipe; Maleni, Bibiana Aído, Leire Pajín, y varios y varias más, a partes iguales e igualas de machos y machas, no vaya a ser....

Y para celebrar el día en que el PP subió al poder..., ¡ otro festivo !

Puestos a desfilar, tendría que presidir el actual presidente, Sr. Rajoy, con el escapulario de la Merkel,  y llevar de penitentes sujetando los cirios a los señores Bárcenas, Mata, Correa, Camps, Fabra y alguno más.






Cerraría la procesión el cuerpo incorrupto de D. José María Aznar, exhibido en urna de diseño.

No sé si sería tan religioso como las antiguas procesiones, pero el número de asistentes y la cantidad de genuflexiones que propiciarían a su paso se contarían por miles y justificarían este cambio, por otra parte, tan impío como necesario en los tiempos actuales.

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