Ultima hora, aprobada la geolocalizacion+ movil.
He de confesar que, con la que está cayendo, no está el horno para bollos ni tengo el chichi para farolillos, como diría la otra; en cualquier caso, al hilo del titular de hoy -de cuya veracidad no me responsabilizo- me voy a atrever a escribir cuatro líneas para intentar distraer, y distraerme, de tanta desgracia y relatos informativos y periodísticos, redactados por los émulos de los trileros del lenguaje más dispersos que haya visto en mi vida.
Resulta, que ahora los que nos gobiernan -es un decir- parece ser que van a controlarnos a través de nuestros dispositivos móviles, o sea, que sabrán en cada momento a dónde vas, de dónde vienes, en dónde estás y cuánto tiempo has permanecido allí.
Bueno..., para presumir de ser los adalides y próceres de las libertades individuales, no está nada mal, si bien tendrá su justificación, no digo que no, debido a la especial situación por la que estamos atravesando, aunque fiscalizar a todo quisqui de los que un 95% estamos confinados sin echar fuera de casa más allá que las palmas de las manos para aplaudir cada día a las ocho, como forma de pillar a los 5 que van por libre, no me parece acertado ni lo más adecuado.
Además, tu móvil puede estar sobre una mesa en tu piso de Monelos y tú estar en Mazaricos tan ricamente comiéndote un cocido, requiebros de escapista a los que todavía no llega la tecnología, a no ser que nos pongan un chip en el cuello, como a mi perro, y así ya tendríamos menos escapatoria.
A todo llegaremos al paso que va la burra, y no quiero dar pistas.
Al hilo de lo anterior y como casi todo está inventado, se me vino a la cabeza una anécdota precursora de la geolocalización por métodos un tanto más expeditivos y coercitivos que los actuales, pero eficaces al fin, que es de lo que se trata.
Resulta que en tiempos de Franco, la Guardia Civil fue requerida para invitar a abandonar un bar a un borracho que a la hora del cierre se mostraba remiso a hacerlo. Como era preceptivo en aquella época y con métodos al uso, lo agarraron por el cuello, lo sacaron a la calle en volandas y de muy malos modos le dijeron: ahora, te vas para casa, te acuestas y duermes hasta mañana, a lo que el borracho respondió: sí señor, para casa me voy y en la cama me acuesto, pero dormir he de dormir si me sale del carallo.
No cuenta la anécdota si, al final, durmió en su casa o en el cuartel de la Guardia Civil, aunque me inclino por lo último.
Pues, eso, el Gobierno va a saber en dónde está mi móvil, ahora bien, en donde esté yo, y lo que esté haciendo, ya les va a costar más trabajo; de momento.
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