lunes, 27 de abril de 2020

Aroma a pis de gato

Aroma a pis de gato en el vino.



 

 
Cuando creías que ya lo habías escuchado y leído todo acerca del mundo del vino y la excéntrica jerga que lo rodea, vas y te desayunas con la noticia de que existen vinos que tienen "aroma a pis de gato".

Vamos a ver, a mis años, tonterías, las justas.

Ya, en su momento, me costó mucho trabajo asimilar las descripciones olfativas de los catadores de turno, algunas tan disparatadas como aquella que afirmaba que el vino, en nariz, ofrecía "olor a silla de montar de cuero viejo", para ahora tener que tragar con esta alegoría tan sui géneris como la de "aroma a pis de gato".








Otras lindezas olfativas no menos estrambóticas nos conducen a comentarios tales como "que los vinos ofrecen olores a tierra, trufa, tabaco, especias, caja de cigarros y suelo de bosque", esto en cuanto a los tintos; sobre los vinos blancos apuntan a calificaciones como "notas de miel, flores, especias, mantequilla, palomitas de maíz, caramelo y minerales"

En cuanto a los olores "malos" el abanico de calificativos no desmerece a los anteriores; veamos: "olores a perros mojados, periódicos viejos, moho o vinagre"

¿Perros mojados? 

¿Qué tendrá que ver el vino con el olor del sobaco de un perro mojado? ¿es que vendimiaron algún perro abandonado en medio de las uvas?







No lo veo; mejor dicho, no lo huelo.

Volviendo al magnífico titular de hoy me pregunto, ¿cómo pueden saber los catadores a qué huele el pis de gato?

Yo, nunca he visto a un tipo agachado oliendo los pises de los gatos, más aún, si me apuran no recuerdo haber visto a un gato meando, como tampoco he visto a nadie olfateando una silla de montar a caballo o regando a un perro para saber a qué huelen.






A mí, personalmente, toda esta retórica que se está gestando en torno al vino, no me gusta nadita.

Si el vino te huele a pis de gato, eso ni es vino ni es nada; ese vino está hecho una mierda, con lo cual ya no requiere cata, ni mucho menos calificación ni crítica alguna; lo tiramos por el fregadero y punto.

Y a abrir otra botella, como se hizo toda la vida.






Estos catadores..., ya no saben qué inventar.