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Los velorios «low cost» ganan terreno a la tradición en las ciudades gallegas
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Podríamos ponernos nostálgicos y recordar aquellos velatorios de mediados de siglo pasado que constituían todo un acontecimiento y motivo de solaz, muy especialmente en el ámbito rural.
El toque de campanas en la iglesia del pueblo para avisar que había un vecino menos, daba el pistoletazo de salida para todo el protocolo funerario que se iniciaba.
Según el tipo de toque, se sabía si el difunto era macho, hembra o niño, de acuerdo con las cadencias entre toque y toque y combinación de graves-agudos; como los diferentes tonos de los móviles actuales, para entendernos.
Salvo fallecimientos repentinos, que escaseaban, comenzaba la especulación sobre si el finado sería fulana, que ya estaba encamada y muy malita, o zetano, que con ciento y algo de años era firme candidato a la titularidad en este tipo de actos; no había apuestas on-line, ni falta que hacían, pero sí se apostaba, sin más recompensa que haber ganado, por la identidad del desafortunado vecino, mientras no se empezara a correr la voz de quién había sido el malogrado.
El gasto en tanatorio era cero, pues estos no se habían inventado todavía y al cristiano tenías que tenerlo en casa algún tiempo mientras el personal de la parroquia y colindantes se acercaban para dar el pésame y, mucho más importante, para ponerse al día de las últimas noticias y de paso, meterse entre pecho y espalda unas copas de coñac y aguardiente por cuenta de los deudos del difunto y a su salud..., bueno, realmente a su salud, como que no procedería, aunque más de uno seguro que lo hizo.
Ni que decir tiene que, aquella especie de "barra libre" gratuita hacía que con el paso de las horas, y de las copas, la conversación inicialmente consternada y afligida fuera tornando hasta terminar contando chistes de los que, evidentemente, el difunto de cuerpo presente, era el único que no se reía.
Con la evolución de los tiempos vino la modernidad y el fasto: tanatorios, coches fúnebres full equipe, flores, ataúdes de diseño, esquelas a página completa, cuñas en la radio, misas con doce curas...
Total, que salía más caro el entierro que un crucero de lujo de treinta días para dos personas, todo incluído; y lo que es peor, con desigual satisfacción para los que tenían que pagar la factura.
Teniendo en cuenta que el protagonista del asunto no disfrutaba un carajo de todo este dispendio, se empezó a considerar aplicar algún recorte en cosas superfluas: unas rosas menos, tres curas en vez de doce, ataúdes normalitos, esquelas solamente a tres columnas, etc.
Y ahora, que pronto nos van a empezar a enterrar los "millenials", que están más tiesos que la mojama, se impone el laicismo, pragmatismo y, sobre todo, el "paso de todo, tío".
Con tal motivo, los negocios de honras fúnebres se van posicionando para sobrevivir y ya se están empezando a ver entierros "low cost".
Como quiera que la cosa ya se había venido recortando bastante, queda poco recorrido para hacerlo más y mucho me temo que se adoptarán medidas tan poco consideradas como tirar al difunto en el suelo para ahorrar en la caja, si bien lo malo para enterrarlo después, sin caja, es llevarlo al hombro, para ahorrar en el coche fúnebre; aunque también se lleve a hombros a los toreros con menos motivo.
La misa en la iglesia se está evitando ya en muchos casos, y en el tanatorio podría oficiarla el que toma los datos en recepción, poniéndose la casulla que dejó el capellán cuando lo despidieron a causa de los recortes.
Pronto veremos una APP de defunciones, para bajarse cuando a uno le palme alguien cercano, y ahí ya van los pésames, misa por Instagram, esquela en Facebook para darle "me gusta"...,bueno, aquí el "me gusta", como que no.
"Mira que entierro tuvo: 723 "me gusta", 81 "me encanta", dos, que lo entendieron medianamente bien y le dieron a "me entristece", y un despistado que pulsó "me enoja".
Y, para terminar, y también gratis, unos cuantos selfies junto al extinto para colgar después en sus perfiles en redes sociales.
Para morirse, vamos.