En nuestra querida Galicia se consiente casi todo; de hecho pende sobre nosotros el estereotipo de pacientes, resignados y no sé cuantas cosas más.
Sin embargo, en las zonas rurales, hay un asunto por el que se cogen las escopetas, con o sin licencia, que hay sobre los armarios de los dormitorios y la gente se pone a pegar tiros al vecino a primer requerimiento: "mover los marcos".
Inciso: lo de los armarios es una de las ventajas del rural; en las ciudades, al ser los armarios empotrados, no hay forma de dejar la escopeta encima; aunque tampoco hay marcos por los que pegarse tiros, dicho sea de paso.
Para urbanitas, jóvenes y personas menos conocedoras del rural gallego conviene aclarar que los "marcos" son una especie de mojones o sucedáneos que sirven para delimitar las propiedades de cada familia a modo de cierre virtual, para entendernos.
O sea, donde termina la tuya y comienza la del otro, allí se sitúa un marco.
De toda la vida ha sido objeto de picaresca el tema de mover los marcos para, de forma fraudulenta, añadir metros a tu propiedad a cuenta de restárselos al vecino.
Obviamente todo esto se hacía, y todavía se hace, con premeditación, nocturnidad y alevosía; de ahí la dificultad de sorprender al actor con las manos en la masa y tener que enterarse después de pasado un tiempo al notar algo extraño en tus límites o recibir un chivatazo de otro vecino que se lleve mal con el responsable del hecho.
Al ser objeto de difícil comprobación y litigio, dado el minifundismo y carencias documentales propias de estas tierras, la cuestión de la propiedad se suele solventar al estilo del Lejano Oeste, sin tanta teatralidad, pero con armas de fuego real de por medio y, lamentablemente, algún que otro muerto por tal motivo.
En ocasiones, si no hay un arma de fuego a mano, para esnafrar al contrario se recurre a aperos de labranza, hoces, palos y otros objetos punzantes y contundentes con los que se consiguen similares resultados tan lesivos para el infractor, como gratificantes para el perjudicado.
Este deporte nacional de mover marcos tiene pingües beneficios especialmente cuando las fincas se encuentran abandonadas o poco visitadas por sus propietarios (herederos, ausentes y otra casuística), ya que por tal motivo no pueden recordar con exactitud los límites de su propiedad que, paulatinamente, se ven menguados en beneficio del taimado vecino.
Pues bien, en línea con todo lo anterior, el alcalde de Vigo -ejerciendo de buen gallego- ha denunciado al de su vecino Mos por moverle los marcos.
Cierto es que el vecino es de armas tomar.
No ha movido los marcos un par de metros, no; se ha venido arriba y le ha metido el diente a 50.000 metros cuadrados; para entendernos, el equivalente a diez campos de fútbol.
Seguramente no le habrá llegado una noche para mover la cantidad de marcos que delimiten tamaña superficie y habrá aprovechado que su vecino está ocupado y entusiasmado con el tema de la iluminación navideña y no se ha dado ni cuenta.
Como no le ponga coto el primer edil olívico, los marcos le van a llegar a Balaídos y Citroen.
Nos queda por ver si el alcalde de Vigo tiene armario y escopeta para resolver este asunto a la usanza del lugar o recurrirá a métodos menos "enxebres" y más pacíficos para hacerlo.
1 comentario:
Magnífica crónica(con mala leche incluida)y tú característico sentido del humor.
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