Dos litros de vino al día, dieta benedictina en el siglo XV
El monasterio de San Vicente do Pino, impulsor del viñedo en la Ribeira Sacra, asignaba esa ración a cada monje
Por una parte, tenemos la Ribeira que, en principio, requiere poca imaginación para entender que se trata de un lugar por donde discurre un río.
Y sobre lo de Sacra, cabe deducir que algo tendrá que ver con la religión.
En este caso, el asunto va por la cosa cristiana; menos mal, porque si fuera budista o musulmana, tendría que dejar de escribir este desvarío, pues no habría caso.
Quiero decir, que a estos últimos, una jarra de vino les hace menos gracia que un curso de derecho canónico; de ahí que no veamos -de momento- túnicas anaranjadas y turbantes pululando por estos lares.
Pues, retomando el tema, los monjes medievales, que los pelos que tenían de tontos se los tonsuraban muy coquetamente, al ver el lugar y sus viñedos, dijeron para sí: aquí nos quedamos; que ya les digo yo que estuvieron muy acertados en la decisión porque en aquellos siglos ir a Madrid, por ejemplo, era un sinsentido, ya que llegados allí tenían que dar vuelta porque todavía no se había inventado Madrid.
De este modo, para darse cobijo en estas frías y húmedas tierras, dado que vivir a la intemperie se hacía harto complejo, se hicieron construir unos monasterios la mar de monos, tanto así que hoy tienen un valor artístico incalculable; aunque en su época simplemente les sirviera para papar menos frío, rezar sin que lloviese por ellos y, a ratos libres, meterse unos jarreos de vino que hacían temblar el Misterio.
Viene esto a cuento del reciente descubrimiento de la "dieta benedictina", en lo que al bebercio se refiere, que adjudicaba a cada monje que lo fuere, dos litrazos de vino diarios, sin distinción de edad, condición sexual y -en este caso, sí- religión.
No me quiero imaginar el ambientazo de los maitines después de haberse despachado el cupo diario de dos litros por barba, o más, pues siempre habría algún monje menguado -como en las películas- que no pudiera beber y le cediera su ración al monje más amigo, quien, por puras matemáticas, se trasegaba cuatro litros en vez de dos.
Creo que, en más de una ocasión, habrían comenzado el oficio con el gregoriano para finalizar cantando y bailando "Ay Macarena" al amanecer, inventando, ya por aquel entonces, los "after hours" actuales.
En cualquier caso, no me cabe duda alguna que muchos de aquellos monjes habrán conseguido ver a Dios ayudados, eso sí, por los excelentes caldos de la Ribeira Sacra y por la sabia decisión de criterio de reparto de su Prior.
In vino veritas.
1 comentario:
!CARALLUDO ! MOI BON.
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