El mendigo, con la preocupación, está que no come ni duerme desde que lo han multado.
De hecho, se mudó de cajero entendiendo que si se quedaba en el mismo podrían localizarle con facilidad; porque supongo que la multa se la notificarían a su "domicilio habitual", que no sería otro que el habitáculo del cajero de la entidad bancaria que se tratase.
No obstante, entendiendo que el mendigo muy probablemente no pagará en primera instancia, y sin dudar de la eficacia de los métodos coercitivos de la recaudación ejecutiva del ayuntamiento, supongo que harán lo posible para la localización del futuro moroso y, como es preceptivo, preguntarán a vecinos y a propios y extraños por el nuevo domicilio del deudor, para futuras notificaciones del débito y correspondientes intereses de demora por el impago.
No creo yo que el mendigo le hubiese comentado al director del banco donde dormía, su nuevo domicilio fiscal, entre otras cosas porque no suelen ser "colegas", por lo que entiendo que las primeras diligencias de los agentes de recaudación para su localización, resultarán fallidas; aunque para fallidos, vayan anotando que los 6.000 euros de imposición de la multa los va a pagar Rita la cantaora, como puede deducir cualquier persona normal que haya leído la noticia.
Realmente hay multas, castigos, penas y sentencias, que provocan la carcajada general y, desde luego, la particular del individuo que las recibe.
Sancionar a un indigente con una multa económica, viene a ser como imponer a Cristiano Ronaldo una multa de 100 euros por exceso de velocidad con su Bugatti Veyron; o sea, para mondarse y partirse la caja.
Se me viene a la cabeza el viejo chiste de un juez portugués quien, juzgando un caso fronterizo en el que una coz de un burro gallego hizo abortar a una joven portuguesa, obviamente, embarazada y no tuvo mejor ocurrencia que imponer al dueño del burro la pena de dejar a la joven en el mismo estado en que se encontraba en el momento de la coz, aunque tuviera que insistir mucho hasta conseguirlo; ante lo cual, el marido de la joven, presente en la vista, increpó al magistrado diciendo "¿mas, não há punição que possa foder mais o galego?".
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